El avance del coronavirus no se detiene y el número de víctimas crece debido a su rápido contagio. Mantener un metro de distancia de persona a persona, lavarse las manos constantemente y evitar sitios en los que existan aglomeraciones son las recomendaciones básicas que da la Organización Mundial de la Salud (OMS) para frenar esta pandemia. Sin embargo, para quienes viven en las favelas de Brasil, asentamientos poblacionales informales levantados en su mayoría en cerros, se vuelven dificiles de cumplir.
Son unos 13 millones de personas que viven en hacinamiento. Casas pequeñas de uno o dos ambientes, pegadas unas a otras. Hay ocasiones en que viven hasta diez personas sin servicios básicos y sin un trabajo formal que garantice ingresos económicos. Esta situación podría convertir a las favelas en un foco de esta crisis sanitaria en Brasil, uno de los países de América Latina más golpeado por esta pandemia. Se prevé su pico más alto en este mes de abril y junio.
«Aquí en la favela llega agua dos veces por semana. Economizamos agua no solo por conciencia, sino también por supervivencia. Lavarse las manos todo el tiempo no es una posibilidad”, escribió el activista Raull Santiago, quien vive en el complejo Alemão en Río de Janeiro, un grupo de favelas en la zona norte. Lo cita la periodista Carol Pires en un artículo on line publicado en el New York Times.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, al principio desestimó al coronavirus al considerarlo como «una simple gripe» y que los brasileños debían regresar a trabajar. Además, criticó las medidas de confinamiento adoptadas por algunos gobernadores. La población ha expresado su rechazo con cacerolazos durante noches seguidas desde sus casas, mientras ahora en su discurso surge un cambio al llamarlo el «mayor desafío» de su generación.
La pandemia llegó en un momento en que el gobierno brasileño intentaba incentivar el crecimiento económico con políticas de austeridad. Después de un año en la presidencia, Bolsonaro ha reducido Bolsa Familia, el programa social insignia de distribución de los ingresos. Y el Instituto Nacional de Seguridad Social, responsable de autorizar el pago de pensiones, tiene un retraso de más de casi dos millones de personas, dice Pires en su artículo.
El llamado de regresar al trabajo de Bolsonaro provocó que muchos de las favelas salieran a las calles, pero también ha sido desoído por otros habitantes de estos barrios, pese a la precariedad de sus condiciones.
«Se están organizando a través de las redes solidarias. En muchas favelas, desde hace una semana, han aparecido pancartas con mensajes de prevención y consejos básicos de higiene, como lavarse las manos a menudo. También circulan a diario un auto con parlantes desde donde ofrecen consejos de salud pública a la población local«, cita France 24 en su sitio web.
El artículo señala que «en la favela Babilonia, localizada cerca de la playa de Copacabana, se están llevando a cabo intensas campañas de recaudación de donaciones para los trabajadores autónomos que se quedaron sin ingresos. Muchos tenían empleos precarios ligados a la playa y al turismo, como la venta ambulante de bebidas, alimentos y ‘souvenirs’.
El Ayuntamiento de Río de Janeiro ha lanzado un programa para realojar en cuartos de hotel a ancianos de las favelas, que padecen problemas de salud.
Según France 24, algunos están desesperados y reconocen que desconfían de la decisión del Gobierno brasileño de ofrecer a este colectivo un subsidio de 600 reales (unos 118 dólares) en los próximos tres meses.
A la espera de que el Ministerio de Economía formalice esta contribución económica, los residentes de favelas como Babilonia solo pueden contar con la solidaridad de donantes anónimos y de ONGs para paliar la falta de comida, agua, medicamentos y productos de limpieza, agrega la nota.
En Paraisópolis, la mayor favela de Sao Paulo, una asociación de residentes del sector ante la desconfianza de la ayuda del gobierno ha decidido por iniciativa tomar sus propias medidas y ha contratado un servicio médico privado las 24 horas que incluye tres ambulancias, dos médicos y dos enfermeras, así como conductores y personal de apoyo.
Emerson Barata, un exfutbolista profesional de ligas menores, lidera el equipo de respuesta al coronavirus en esta favela, un laberinto de manzanas con casas de ladrillos rojos, donde su equipo sospecha que hay 60 casos más que los seis confirmados.
«Las favelas van a sufrir el peor golpe», sostiene Barata parado en un estacionamiento afuera de un taller mecánico que también funciona como base del equipo médico. «Los lugares que ya están abandonados por el estado, ahora lo estarán aún más», refirió.
Fuente: El Universo – Nota Original: aquí