Episodios de violencia política se registran en Buenos Aires. Dos ataques a balazos a locales partidarios kirchneristas en menos de 24 horas encendieron la alarma.

“Jamás pensé que la Argentina volvería a este revanchismo”. La frase le fue atribuida al Papa Francisco por dos cooperativistas que lo visitaron el 23 de febrero pasado en el Vaticano y aludía a la estigmatización y violencia que azotó al país tras el golpe militar que derrocó a Juan Domingo Perón en 1955, que incluyó la proscripción del partido y hasta la prohibición de pronunciar el nombre del caudillo. Las palabras de Papa fueron contadas los presidentes del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, Eduardo Murúa, y del Movimiento Helder Cámara por la Paz entre las Religiones y los Pueblos, Guillermo Robledo.

“Ustedes son muy jóvenes y no lo han vivido, pero esto que está pasando en la Argentina lo veo como una especie de revanchismo hacia los sectores populares y los trabajadores, como fue en 1955”, les dijo Francisco, según contaron ambos dirigentes sociales tras su estancia en Roma. ¿Pero por qué el Papa habla ahora de revanchismo a tres meses de la asunción del presidente Mauricio Macri? La respuesta es preocupante: se suceden denuncias de una estigmatización de los trabajadores estatales a los que se despide señalándolos como “ñoquis” (que cobran sin trabajar) y episodios de violencia política se cuelan en forma aislada pero peligrosamente en la vida democrática argentina.

Dos ataques a balazos a locales partidarios kirchneristas en menos de 24 horas encendieron la alarma. En uno de esos ataques, dos jóvenes mujeres resultaron heridas. Una de ellas recibió un tiro en el hombro cuando cargaba en sus brazos a su hermanita de solo cuatro años.

El hecho más grave ocurrió en la noche del sábado pasado, durante la inauguración de un local partidario de Nuevo Encuentro, la agrupación kirchnerista fundada por Martín Sabbatella, extitular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), un organismo intervenido por el gobierno de Mauricio Macri vía decreto de necesidad y urgencia cuando dejó virtualmente sin efecto la Ley de Medios. Había 400 personas fuera del nuevo local ubicado en Villa Crespo, uno de los barrios tradicionales de clase media de la capital argentina.

Después de algunos discursos en un palco improvisado en la calle, los presentes esperaban la llegada de una “murga” para comenzar los festejos cuando se escucharon los disparos que al parecer salieron de un edificio vecino. De pronto cayeron algunas ramas de los árboles. Se escucharon balazos y gritos. Daiana, una joven de 19 años que cargaba en brazos a su hermana de cuatro, fue herida en el hombro, a escasos centímetros de la cabeza de la niña. Una bala de plomo le rozó la piel. Cerca suyo una militante de la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora tuvo peor suerte: un balazo le perforó el brazo. Otros impactos de bala dieron en viviendas vecinas. “Es el inicio más violento de un mandato presidencial en las últimas décadas”, dijo Sabbatella.

“Las víctimas ya están bien, por suerte. No estamos lamentando muertes de casualidad. Fue un intento de asesinato total. Macri tendría que repudiar personal y enérgicamente los actos de violencia política. Es algo muy grave lo que ha sucedido. Es difícil encontrar un momento (en la democracia argentina) en que haya sucedido una cosa así, tirar a mansalva en un acto político”, acotó. Sabbatella señaló que “se está generando un clima de violencia muy peligroso, con violencia discursiva, palabras del propio gobierno. Tenemos preocupación por el clima de violencia que se está generando.

Hay discursos tan agresivos, tan estigmatizadores (del kirchnerismo)” que el mensaje pareciera ser: “hay que dispararle a la grasa militante (como la llamó el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay), a la basura que hay que eliminar de la sociedad”, acotó Sabbatella. El presidente Macri, en un tuit, repudió “el violento ataque”, aunque lo hizo recién el lunes por la noche, dos días después.

Pero ese no fue el único episodio de violencia vivido en el país austral en los últimos días. Horas antes el edificio “Néstor Kirchner” de la ciudad balnearia de Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires y que pertenece a La Cámpora, fue atacado también a balazos. No hubo heridos, pero la fachada sufrió daños. Los disparos fueron hechos con una escopeta Itaka. “Es un atentado contra la democracia”, dijo la concejal marplatense y miembro de la Cámpora, Marina Santoro. También hubo episodios individuales. El 28 de febrero, Ezequiel Guazorra vivió lo que consideró “ una locura” en el bar “El Único” del barrio porteño de Palermo.

“Estábamos tomando un trago (con su pareja), charlando de política en general, del gobierno actual, del pasado y brindamos por Néstor y Cristina (Kirchner) y a los cinco minutos se acerca un muchacho de seguridad y me dice: cambia el tema de conversación porque hay clientes a los que les molesta”.

Guazorra se negó y replicó: “es una locura lo que nos estás pidiendo. A los 5 minutos sale el encargado, Alfredo, empieza a insultar, a arengar con las manos, todos los insultos que te imaginás, que era un ñoqui, un hijo de puta, un negro de miércoles (un eufemismo para evitar la palabra mierda, ndr), que me iba a matar. Y viene para la mesa, me paro y me agarra del cuello y cuando lo quiero sacar (de encima), él y dos patovicas me empiezan a pagar en la cabeza”. Y prosiguió: “cuando zafo de las piñas (los golpes), nos vamos. Cuando cruzamos la calle, había 70 personas insultando, aplaudiendo al encargado (gritando), echen a estos K (por kirchneristas, ndr)”. Su abogada, Valeria Carreras, aseguró que “la policía evitó que lo lincharan”. Guazorra contó su historia en el canal de noticias C5N. Su compañera prefirió no aparecer en cámara: tiene miedo de que la reconozcan.