Distintos actos religiosos se celebran este día en Manabí y otras provincias, en memoria de las personas que fallecieron a consecuencia de uno de los peores movimientos telúricos que se haya registrado en la costa ecuatoriana.

Hoy, hace 30 días, el país fue testigo de uno de los peores desastres naturales que afectó a una zona costera de Manabí y Esmeraldas. A las 18:58 del sábado 16 de abril un poderoso terremoto en tierra provocó la muerte de 660 personas, 4.605 heridos y la destrucción de poblados enteros. Lo posterior fueron horas de terror, destrucción total de edificaciones y llanto en las calles de al menos 10 cantones manabitas, los más devastados por el remezón que tuvo como epicentro un sector entre Pedernales y Cojimíes. De inmediato se activaron todos los ministerios y organismos responsables de atender este tipo de emergencias. Así mismo, en pocas horas, el mundo veía horrorizado la magnitud de lo ocurrido en el territorio nacional.

El presidente Rafael Correa, en uno de sus recorridos por la zona de desastre, dijo que las pérdidas llegarían a los $ 3 mil millones. Al momento, varias entidades estatales trabajan en establecer la cifra definitiva. Previamente, desde Roma, donde se encontraba el Jefe de Estado, decretó el estado de excepción en todo el país. Jorge Glas, quien estuvo encargado de la Presidencia el día del desastre, dispuso la movilización de 14 mil hombres, entre policías y militares. Así entonces el número 7,8 será difícil de olvidar para los ecuatorianos. Esa fue la magnitud del movimiento telúrico. El corazón comercial de Manta, Tarqui, quedó convertido en ruinas. El centro de Portoviejo quedó como postal de guerra.

Edificios caídos y gritos desgarradores de auxilio fueron una constante. En los 42 segundos que duró el sismo la vida de centenares de personas llegó a su fin. Otros más murieron con el pasar de las horas, bajo los escombros de lo que un día fue su casa, hoteles, restaurantes y centros comerciales. El lugar donde más víctimas se registró fue el multicentro Felipe Navarrete. Ahí perecieron 92 personas y otras 13 fueron rescatadas con vida. A un mes del terremoto, en Tarqui, todo es penumbra por las noches. En la zona cero de Manta solo hay militares y policías. Tarqui siempre fue movimiento. No se podía estar tranquilo por sus calles, sin importar la hora del día. Ahora todo es silencio y tristeza. La bullanguera Canoa también está en escombros, con su gente que busca levantarse. Han sido días de dolor, de empuje, de buscar superar lo sucedido. Esa noche de abril, que ahora queda marcada como el 16-A, se hizo eterna, al igual que la madrugada del domingo. Más de uno se vistió de héroe en esas horas para ayudar a quienes estaban bajo los restos de edificaciones. Los rescatistas empezaron a llegar a Manta a las 04:00.

El primer grupo fue de Guayaquil. A medida que pasaban los días, la cifra de muertos aumentaba, 125, 270, 325… hasta llegar a 660. Pero, asimismo, las historias de esperanza afloraban con los sobrevivientes, como Pablo Córdova, quien estuvo 36 horas bajo los escombros del hotel El Gato; o Katty Rezabala, quien pasó 57 horas sepultada en el centro comercial Felipe Navarrete. La ayuda llovió para Manabí en la primera semana. Fue impresionante ver cómo el país se unió. Miles de personas se movilizaron a los distintos centros de acopio que se instalaron en el país, no solo para donar agua, alimentos, medicinas, ropa y otros implementos.

También lo hicieron para separar los insumos y colocarlos en fundas que posteriormente fueron repartidas a los damnificados. La colaboración extranjera también se hizo presente. Todos fueron Ecuador. Los sobrevivientes, de a poco, se fueron asentando en los albergues. Todo fue tomando forma. El comercio se reactivó con el pasar de los días. Los tarquenses se abrieron a otros puntos. No se quedaron quietos ante la tragedia. El manabita es ‘tirado para adelante’, esforzado y lo demuestra día a día tras el terremoto.