Un informe de la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado de la Policía (ULCO) revela los nombres de los cabecillas del Frente Oliver Sinisterra, protagonista de atentados, asesinatos y secuestros en la frontera entre Ecuador y Colombia. Las últimas acciones militares en Nariño debilitaron a la narcoguerrilla, mientras que en el lado ecuatoriano se preparan tres reformas legales para fortalecer el trabajo de seguridad, defensa e Inteligencia.

El Telégrafo

Un nombre se repite constantemente en las confesiones de los miembros del Frente Oliver Sinisterra, detenidos en Colombia. Se trata del “Comandante Gringo”, el segundo al mando de este grupo disidente, el encargado de las finanzas y de la planificación de las operaciones más relevantes.

Un informe de la Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado de la Policía (ULCO) asegura que el verdadero nombre del “Comandante Gringo” es Carlos Landázuri, colombiano que no tiene antecedentes penales y del que se conoce muy poco. Él reemplazaría a “Guacho” si muriera o fuera detenido.

Él, junto con Walter Arizala alias “Guacho”, de quien se confirmó que nació en Limones, Esmeraldas, en septiembre de 1992, encabezan el Frente Sinisterra. Esta estructura criminal mantenía entre sus filas a expertos en explosivos, reclutadores de milicianos y encargados de la logística e informantes. Este grupo de narcoguerrilla apareció hace menos de un año en el sur del departamento de Nariño, limítrofe con Ecuador.

Los documentos encontrados en uno de los computadores de los miembros de la red dan cuenta de que sus operaciones se concentraban en las zonas cercanas a los ríos Patia, Changui, Guisa y en las comunidades de Tumaco, Llorente, Guayacana, Mira Bajo, Mira Alto y Nulpe.

En esos correos se asegura que pertenecían a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se encuentran en una guerra con el Ejército y con paramilitares para mantener la influencia en algunas zonas. En este territorio coincidencialmente abundan los cultivos de coca (que en la zona sur de Colombia se multiplicaron en los últimos años), los laboratorios para el refinamiento de la droga y las vías para sacar los estupefacientes hacia México y Estados Unidos.