Un concierto de las bandas de pop favoritas del líder norcoreano sirvió hoy para marcar el inicio de la era Kim Jong-un, tras la celebración de un histórico Congreso del Partido que ha apostado por el desarrollo económico y nuclear.

La cita reunió entre otros a los casi 3.500 delegados que participaron en el cónclave político más importante en décadas, que se desarrolló en Pyongyang del 6 al 9 de mayo, y dejó entrever los derroteros por lo que irá el hermético país a partir de ahora.

En el coliseo Jong Ju Yong, una enorme bandera con la hoz, el martillo y el pincel del escudo del Partido de los Trabajadores recibió a los asistentes de uno de los acontecimientos musicales más importantes del año en la capital norcoreana.

Se ha convertido en una tradición que los más destacados eventos políticos en Corea del Norte concluyan con un concierto pop.

Para dar el broche final al VII Congreso de los Trabajadores de Corea (PTC), el primero que se celebraba desde 1980, se eligió a los dos grupos predilectos del líder, Moranbong y Chonbong, que actuaron acompañadas del Coro y la Banda Benemérita del Pueblo.

Fue el propio dictador, de 33 años, el que seleccionó personalmente a las 17 integrantes de la archifamosa banda Moranbong en 2012, poco después de llegar al poder, que supusieron toda una revolución en el conservador país por su estilo minifaldero y su pelo corto.

A las chicas de Kim, que según cuentan en Pyongyang empiezan a sufrir el desgaste del tiempo, les ha salido recientemente un grupo rival.

La banda Chonbong, formada por doce músicos y seis jovencísimas cantantes que de manera proporcional han reducido sus faldas y elevado sus tacones de aguja, también fue puesta en marcha en 2015 con la «profunda atención del mariscal Kim Jong-un».

Si algo tienen en común es la temática de sus canciones. Ambas formaciones, a ritmo pop con sintetizadores y guitarras eléctricas, cantan alabanzas a los líderes y proclamas patrióticas.

Los rigurosos controles de seguridad de casi cinco horas hicieron pensar que el líder asistiría hoy al concierto que reunió a unas 15.000 personas, entre delegados del Partido, militares y miembros de la reducida comunidad internacional que vive en Pyongyang.

Si embargo, el palco de autoridades fue ocupado por el octogenario Kim Yong-nam, presidente de la Asamblea Popular Suprema (Parlamento) y otros miembros del politburó del Partido, mientras el escenario con pasarela, una gran pantalla y fuentes, se llenaba de minifalderas cantantes.

El concierto comenzó con un popurrí llamado «Viva el Partido de los Trabajadores» al que le siguieron temas como «Mi País», «Seremos fieles» o «Amamos nuestra patria» que fue cantada a capela por el Coro nacional.

En las pantallas gigantes se podía ver sin cesar imágenes del nuevo Pyongyang, altas torres y obras de infraestructura como el nuevo aeropuerto o el centro de la ciencia y la tecnología, todos edificios impulsados por el joven líder.

Además mientras sonaban canciones como la famosa «No envidiamos nada» o «Camino de la victoria» se mostraban vídeos de cosechadoras, piscifactorías, granjas y fábricas.

La simbología del concierto de hoy adoptó una nueva temática que ha desplazado a las imágenes mucho más militaristas de eventos previos.

Durante el histórico Congreso del Partido el régimen ratificó su política «byeongin», consistente en promover a la vez el desarrollo económico y de armas nucleares puesta en marcha en 2013 por el líder.

Además, se aprobó un novedoso plan económico a cinco años que pretende aumentar la productividad de la agricultura y la industria para conseguir «mejorar la vida de la gente».

En Corea del Norte ya se ha puesto en marcha la maquinaria de propaganda para dar impulso a la nueva apuesta del régimen.

En el auditorio sonó «Avanzamos por el único camino», mientras se podía ver en la pantalla alusiones a la prueba nuclear del pasado enero y el cohete espacial «Kwangmyeongsong 4» (Estrella luminosa) lanzado un mes después y que la comunidad internacional consideró un ensayo encubierto de misiles.

Estas referencias consiguieron la mayor ovación de la noche hasta que apareció sobre el escenario una gigantesca y colorida imagen de un sonriente Kim Jong-un, que hace que todo el público se ponga en píe aplaudiendo con entusiasmo mientras cae confeti dorado.

Un fin de fiesta que marca el inicio de una nueva etapa para Corea del Norte.