Todo empieza con los cereales industriales, galletas del desayuno y el sánduche con jugo envasado que metemos en la mochila para el recreo de los niños. Se suma a una botella de gaseosa, batidos, pizza, salchichas, hamburguesas y sus salsas, conservas o cualquier otro producto procesado que nos permite solucionar rápido una cena.

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Las prisas hacen que no nos fijemos en la cantidad de azúcar añadido que estamos sumando gratuitamente a la dieta y que pone la salud. No se trata solo de caries y obesidad, sino de las enfermedades derivadas que según la comunidad científica van a provocar la primera generación de jóvenes con una esperanza de vida menor que sus padres por los malos hábitos alimentarios.