En medio del dolor generalizado se dio ayer el último adiós a Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, pero sus familiares recordaron que con la sepultura solo se cierra un capítulo de esta triste historia, pero no descansarán hasta conocer la verdad sobre el asesinato de los tres colaboradores de diario El Comercio.

El Telégrafo

La inhumación de los cuerpos se dio 95 días después de que fueran secuestrados en la frontera norte entre Ecuador y Colombia, por un grupo disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), mientras realizaban un trabajo periodístico.

El Gobierno confirmó el asesinato el 13 de abril a manos de alias Guacho, líder del grupo Oliver Sinisterra.

Un inmenso letrero con la frase “Nadie se cansa”, que se convirtió en la voz de lucha un día después de ese 26 de marzo en que fueron secuestrados, seguido “Por un país de paz”, se ubicó en el altar de la iglesia La Dolorosa, frente en el que estaban los tres féretros.

En ese templo, ubicado al norte, se cumplió con la misa de honras fúnebres, que la dio monseñor Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y obispo de Esmeraldas, y a la cual acudieron varias autoridades del Gobierno y asambleístas.

En la ceremonia, Arellano, además de pedir por el descanso de Javier, Paúl y Efraín, reflexionó que el problema en la frontera norte no terminará con la inversión en armas, sino con educación y salud.

Arellano expresó su “mayor respeto a los comunicadores sociales” por “lo arriesgado de su profesión”. “Es verdad que consiguieron matar a Javier, Paúl y Efraín, pero no conseguirán matar nuestra esperanza y nuestra sed de justicia”, dijo.