A Tania Rosero le encantaría saber quiénes emprendieron una campaña para que a ella se le posibilite viajar a Roma y acompañar a su esposo, Richard Carapaz, en la última etapa del Giro de Italia 2018 el 27 de este mes. Recibirlo en la meta final de un evento tan importante es una aspiración que añeja desde 2017.

El Telégrafo

Eso sí, aclara, ella no le ha pedido a nadie ni dinero ni buenos oficios para desplazarse hasta Italia. Esto no implica que la idea le desagrade y, si las circunstancias se prestan, está dispuesta a aprovechar la oportunidad. Por su cuenta ha intentado sacar la visa para entrar a Europa. No ha corrido con suerte.

A inicios de 2017, en la embajada de España en Quito, hizo el trámite para conseguir ese documento, pero se lo negaron “por ser una persona de escasos recursos”, según su conclusión. A finales de 2017 presentó una apelación, todavía no recibe respuesta.

El asambleísta Sebastián Palacios, amante del ciclismo, está dispuesto a interceder, en la medida de sus competencias, para solicitar que se ayude a la familia de Richard a llegar a Italia. Para ello es necesario precisar cuántas personas viajarían, sí únicamente requieren las visas o también recursos económicos.

“El apoyo de la Cancillería, del Gobierno, serían indispensables”. Ajeno a todo este revuelo, Carapaz se mantiene en el quinto puesto de la clasificación general del Giro; ayer se ubicó en el puesto 69 de la etapa 13, entre Ferrara y Nervesa, que se corrió sobre 180 kilómetros.

El vencedor de la fracción fue el italiano Elia Viviani, del equipo belga Quick-Step Floors, quien sumó su tercera victoria en esta edición, pues también ganó en la segunda y tercera etapas. En la clasificación general, el británico Simon Yates conserva el liderato del team australiano Mitchelton-Scott.

Hoy, los pedalistas cumplirán el decimocuarto enlace, que les demandará ciclear 186 km desde San Vito al Tagliamento hasta el Monte Zoncolan, de 1.750 metros de altura, que en estos días presenta precipitaciones de nieve, con temperaturas inferiores a los 10 grados.

Fuente: El Telégrafo