Una sincronizada explosión de arte y adrenalina ofreció hoy, en Quito, el grupo español Los Vivancos, seis hermanos que pasearon su famoso zapateado, su danza, música, movimientos de artes marciales y hasta ejercicios circenses en el teatro de la Casa de la Cultura de la capital ecuatoriana.

EFE

Los hermanos Elías, Judah, Josua, Cristo, Israel y Aarón Vivancos demostraron que el arte corre por sus venas, y sus años de estudio y preparación, lo resumieron en el espectáculo «Nacidos para bailar», de cerca de dos horas de duración en las que desbordaron pasión y una energía que parecía no tener fin.

Desde el inicio sorprendieron al público que esperaba verlos encaramados en el escenario, pero entraron por los graderíos cargando sus instrumentos musicales: dos chelos, flauta, violín, el cajón y un teclado digital llamado ewi.

Ya en el escenario, abrieron el espectáculo con una pieza musical en la que participaron los seis, sin Josué, quien los acompaña desde 2007 pero que, por una lesión, no llegó a Quito, una de las escalas de la gira de «Nacidos para bailar», que inició en 2016.

Los Vivancos hicieron gala en Ecuador de su famoso zapateado, el mas rápido del mundo, con el que entraron en el Guinness de los Récords. La cifra exacta son 1.317 golpes. Unos 22 golpes por segundo, manteniendo esa velocidad todo un minuto.

Catalogados como una de las agrupaciones flamencas con más proyección internacional, Los Vivancos entremezclaron en su espectáculo también el arte teatral.

Envuelto en una gran tela que colgaba de lo alto de una estructura metálica, uno de los españoles comenzó en el fondo del escenario un pausado andar por el centro hacia adelante. La inmensa tela cayó y bajo ella, sus cinco hermanos giraban y giraban en movimientos que emulaban olas.

Así empezó una secuencia de zapateo de uno de los españoles sobre un cajón al que dio la vuelta, sin bajarse, usando tan solo el movimiento de sus pies. El asunto se complicó más cuando dos de sus hermanos aumentaron igual número de cajones sobre los que volvió el zapateado y saltos de cálculos milimétricos.

La destreza musical la resumieron en un corto en el que cuatro hermanos tocaron al tiempo, en un sincronizado enredo de manos y brazos, un mismo chelo, con el que interpretaron canciones como «Pretty woman», «Yesterday» y «With or whitout you», entre otras.

Luego, un escenario negro absoluto, dio paso a un fascinante espectáculo con luces led. Ataviados con trajes en los que se encendían y apagaban luces, los Vivancos dejaron estupefacto a un público que veía como aparecían y desaparecían personajes del escenario con el solo ir y venir de luces en los trajes.

Así, en uno de los momentos más memorables, el traje de uno de los españoles quedó encendido de la cintura para arriba y el de otro, del mismo punto, para abajo. Al caminar los dos en direcciones opuestas, parecía que el cuerpo se hubiese dividido y así, un hombre «dividido a la mitad», por el arte de las luces, deambulaba por un escenario que tenía como fondo el sonido del zapateado.

La psicodélica presentación en la que hasta hubo un combate al estilo de la serie Star Wars, con espadas láser incluidas, dio paso a una tranquila danza de uno de los Vivancos vestido de blanco entero, para dejar luego en el escenario a otros dos del clan en un duelo musical con la flauta, el chelo y, claro, el zapateado.

Poco les duró estar sobre la tablas. Uno de ellos se colgó de una estructura metálica y tocó el chelo suspendido en el aire y descuartizado, mientras el otro, poco después, tocó la flauta, suspendido de cabeza y zapateando con tal habilidad que parecía que estuviese de pie y en cualquier momento rotaría el escenario, así como las pantallas de los móviles.

Se hizo el silencio y minutos después dos de los Vivancos se cubrieron de aplausos del público luego de hacer resonar su zapateado flamenco sobre pequeñas estructuras redondas, en las que demostraron arte y pasión en un lenguaje coreográfico espectacular.

Luego, a unos intensos minutos de sincronizados movimientos de artes marciales de los españoles, le siguieron otros de elegantes y sensuales ritmos tropicales que arrancaron gritos de sus seguidoras.

Se despidieron con un número sobre una estructura metálica en el que, por momentos, todos zapateaban suspendidos de cabeza, para terminar con un prolongado zapateo en la oscuridad, coronado de luces como flashes en sus zapatos, los zapatos de quienes dejaron claro con su espectáculo que «Nacieron para bailar».