Tortugas, cusumbos, colibríes, halcones, loros, boas, gavilanes, garzas, búhos, serpientes, tigrillos, cuerpoespines, armadillos, zariguellas, cóndores, guacamayos y osos perezosos son parte de los mil ejemplares de fauna silvestre que llegaron este año de pandemia al Hospital de Fauna Silvestre TUERI de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). En el 2019 se asistieron a seiscientos, es decir, hay un aumento del 40 %.

El tráfico se ha ensañado con los primates en la era del COVID-19. Un promedio de cuatro monos de diversas especies ha requerido atención cada mes desde agosto pasado, dice Diego Cisneros-Heredia, director de Tueri de la USFQ.

Una cría de chorongo de dos meses de edad llegó ese mes con parálisis en la mitad de su cuerpo incluyendo ambas patas. Su madre murió por disparos realizados para bajarla de un árbol. El bebé tenía un perdigón dentro del cuerpo y sufrió fracturas al caerse. El ejemplar quedó cautivo en una comunidad de Sucumbíos.

“Tras meses de rehabilitación recién ya empieza a mover la mano y la pata. Quizás el golpe dañó algún nervio y todo porque pretendían capturarlo para que sea mascota”.

Lo grave es que se atendieron especies en peligro crítico de extinción como un mono capuchino de la Costa, ardilla, saki, araña, el perico de cachete gris y el loro de cabeza roja y de cachete rosado, todos víctimas del tráfico.

Cisneros-Heredia dice que de acuerdo a las personas a quienes les incautaron las especies, muchos se volcaron en las zonas rurales a la tala de árboles y al tráfico de animales por la falta de oportunidades debido a la crisis económica profundizada por el COVID-19.

“Y no es que ellos directamente venden estos ejemplares. Las mafias internacionales son las que demandan estas especies que son difíciles de encontrar por lo que se requiere de una ardua búsqueda”, dice el especialista.

Los campesinos a quienes les encontraron las especies dicen que llegaron a sus territorios a pedirles especies específicas y en la desesperación accedieron y las capturaron.

La mayor parte de estos ejemplares salen del país, es decir, los que llegan a ser decomisados son realmente una parte de las víctimas del tráfico. “Estas mafias mueven millones de dólares, mucho más que el presupuesto de la Policía y el Ministerio del Ambiente y Agua juntos”, menciona.

Las rutas del tráfico internacional se enquista en fronteras porosas y de difícil acceso. En Ecuador la vida silvestre sale a través de Perú en traslados vía terrestre, pero también por avión y barco. “A los loros y monos los duermen con pastilllas y los embalan en rollos de papel higiénico”.

Solo uno de cada diez animales traficados sobreviven. Nueve mueren en el trayecto. Un guacamayo puede costar en el exterior $ 5.000, pero al que lo captura le pagan desde $ 10.

Los monos tienen un valor parecido. El costo puede aumentar mientras más raro es el ejemplar o en mayor peligro de extinción se encuentre. “Hay coleccionistas internacionales totalmente irresponsables, antiéticos y criminales que pagan por estos animales”, asegura Cisneros-Heredia.

El hospital Tueri, que se financia con donaciones privadas y el apoyo de la USFQ, inició la campaña “La Fauna nos importa” para concienciar a la ciudadanía y receptar colaboraciones.

El tráfico ilegal de fauna silvestre es un delito tipificado en el art. 247 del Código Orgánico Integral Penal, el cual contempla una pena privativa de libertad de entre uno y tres años. Del total de animales afectados, solo una pequeña porción llega a la Fiscalía. Entre enero y junio de este año se registran 31 casos y en el 2019, otros 77.

El hospital de Fauna Silvestre Tueri de la USFQ es único en su tipo, indica Cisneros-Heredia, ya que la atención incluye cirugías, incluso complejas, a más de los procesos generales de consulta, diagnóstico, cuarentena y tratamiento con radiografías y tomografías.

La falta de otros hospitales de este tipo que garanticen la rehabilitación se da en el país considerado entre los 17 más megadiversos del planeta.

El caso de la mona saki fue uno de los más complejos del año ya que sufrió heridas graves con fracturas cuando el árbol en el que estaba fue talado y le cayó encima. En la cirugía participaron veterinarios y médicos especialistas para humanos que conocían de anatomía animal. Estuvo en el quirófano casi nueve horas, sumadas todas las intervenciones.

El número de atenciones aumenta desde el 2012 cuando Tueri empezó con una atención limitada, lo que evidencia que la afectación de la fauna silvestre por delitos como la tala ilegal, el tráfico, los incendios forestales o los conflictos con los humanos permanecen sin control.

Nota Original: El Universo – LINK