La masacre en el bar gay, Pulse, de Orlando, en Estados Unidos, generó un gran debate sobre la inclusión social de la comunidad LGBTI en todo el mundo. A pesar de que las leyes se encaminan en favor de sus derechos, el trato cotidiano sigue siendo “especial” hacia ellos.

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La madrugada del 12 de junio fue una pesadilla para la ciudad de Orlando. Un hombre, de 29 años, llamado Omar Mateen irrumpió en el bar gay Pulse y mató a tiros a 49 personas. La mayoría latinos.

El ataque fue calificado como un acto terrorista. Mateen, quien había visitado el lugar en anteriores ocasiones se comunicó con la línea de emergencias en árabe y atribuyó el ataque a un acto religioso, asegurando que era un soldado islámico.

Los hechos van más allá de un simple tiroteo. El debate se encendió en relación a varios temas como la venta de armas en Estados Unidos, la discriminación y el terrorismo a manos del Estado Islámico.

Ramses Tinoco, uno de los sobrevivientes, mientras relataba lo sucedido en Pulse, comentó que sintió indignación por el ataque pues el bar era uno de los pocos lugares en donde la comunidad homosexual se sentía tranquila y podía disfrutar sin discriminaciones.

Según reseña el diario El País de España,  Orlando es un claro ejemplo de lo mucho que ha evolucionado Estados Unidos, desde que en 1969 un grupo de gays y lesbianas comenzara a manifestarse contra la represión policial en el pub Stonewall de Nueva York. En aquel entonces quienes demostraran abiertamente su homosexualidad se convertían en unos proscritos, sujetos a discriminación legal en todos los ámbitos imaginables, desde la sanidad al empleo o el ejército. A pesar de eso, el ataque no solo ha sido atribuido al terrorismo sino también ha sido calificado como un crimen de odio hacia la comunidad LGBTI.

Pero los efectos de la masacre no solo fueron negativos. El Diario La Opinión cuenta como el hecho acercó a jóvenes gays hacia sus familias. Daniel Vidal, quien vive en Nueva York comentó que su padre, con el que no tiene frecuente comunicación, se acercó a él después del tiroteo. Sin embargo, para Vidal “un club gay es un lugar donde pueden ser ellos mismos, un lugar seguro en un mundo que no lo es”. “Pero la realidad es que la comunidad latina gay está bajo ataque todo el tiempo, hasta caminando por la calle hay que vivir microagresiones”, dijo el joven de 28 años. El acercamiento con su padre le resta dolor al hecho pero no a los años de abuso emocional y espiritual, aseguró.

Otro de los sobrevivientes, Ángel Colón, después de resistir al ataque, aseguró a su padre que dejará de ser homosexual, y nuevamente, encaminará su vida a la fe.

Todas estas reacciones abren un debate sobre el trato no solo en Estados Unidos sino en el mundo, hacia la comunidad LGBTI.  Por más que las políticas avancen en grandes ciudades y se pueda vivir la homosexualidad con libertad, los gays aún tienen un trato especial dentro de determinados espacios de protección.