La crisis mundial, debida en gran parte a la caída del precio del petróleo, ha hecho que los países de América Latina contraigan sus economías, lo que ha causado un gran impacto en las organizaciones y en sus negocios.

Las emociones juegan un papel importante al momento de pantear algún tipo de reenegociación, más aún, en un periodo como el actual, en el cual las personas se adaptan a una nueva normalidad de vida, tras la pandemia del covid-19. Imagen referencial Shutterstock

Hoy en día, no existe un tema de salón más común que la crisis que afecta a muchas economías de la región, más aún a aquellas a las que sus mayores ingresos provienen de la venta de petróleo a nivel internacional. Según datos del Banco Mundial, la economía de los países de la región tuvo un retroceso del 38,9 % hasta el tercer trimestre del año 2015 y, para 2016, la misma entidad no pinta buenas cifras. Esto hace que las organizaciones y sus negocios se vean afectados significativamente y pierdan el dinamismo al que estaban acostumbrados en épocas de bonanza económica.

En momentos difíciles es cuando se ve quién es quién y no hay que rajarse las vestiduras, pues cuando se entra en un período de crisis hay que prender el Motor de la Reflexión de Negocios o lo que se le denomina RBP (Reflection Business Pump), es decir, entrar en un período de reflexión y análisis para visualizar los orígenes y causas del deterioro organizacional, y así empezar a trabajar en la toma de medidas de forma responsable para evitar nuevas crisis en el futuro. A esto se le llama Gestión integral de crisis (GIC) y consiste en llevar a cabo un tratamiento integral de cualquier situación, excepcional o no, que pudiera llegar a afectar a la organización y a sus negocios de factores externos no controlables. Este plan incluye la principal tarea de la gestión y calidad del emprendimiento que no se hizo en años anteriores y, como dijo alguna vez Trevor Gregory, expresidente de Universal: “Nunca lleguemos a decir: si hubiéramos hecho este negocio ayer, estaríamos mejor hoy”.

Existen muchos caminos para afrontar la crisis en los negocios: reconocerla, contenerla, resolverla y aprender de ella. Además, gestionar una crisis no significa esconderla, así que cuando se la detecta, se la debe comunicar con honestidad y realismo para transmitir el rumbo adecuado. Por otro lado, se deben contener las emociones, pues una crisis suele provocar miedo, confusión, nerviosismo, pesimismo y todos esos sentimientos que, vistos desde una perspectiva productiva, no aportan nada positivo. Por lo tanto, hay que contenerlos y apartarlos con palabras de ánimo y aliento que generen un buen ambiente organizacional. Además, no se deben discutir las causas y orígenes de la crisis durante el proceso, pues ya habrá tiempo para todo eso durante el análisis en el aprendizaje. También se debe fomentar la creatividad y permitir el emprendimiento, pues las crisis muchas veces piden cambios estructurales y es mucho mejor afrontarlos con nuevas ideas.

En momentos de crisis el cliente se vuelve más exigente, desea precios más bajos y un mejor servicio, y es ahí donde se debe aprovechar la gran oportunidad que esta trae: lanzar productos de bajo precio que suplan necesidades masivas es un gran negocio en tiempos difíciles y emprender a la par de la tecnología siempre mantendrá a flote cualquier organización.

Finalmente, no se debe competir, sino colaborar; no se debe tratar de vender, sino hacer participar; esto permitirá contar con la mejor arma ante la crisis, que es la generación de confianza, pues muchas organizaciones deben ser buenas gestoras con vientos a favor y hacerse fuertes y queridas en la adversidad.