El último fin de semana hubo una lluvia de acontecimientos políticos que, por el vértigo incorporado, casi se anularon unos a otros. Cabe diseccionar y adentrarse en uno de los hechos relevantes: la sabatina del vicepresidente Jorge Glas Espinel.

El Telégrafo

Una vez que el Vicepresidente se quedó sin funciones, por decisión política del Jefe de Estado, Glas pasó del escritorio a la calle. La patética parafernalia -sobredimensionar el viaje nocturno en camioneta particular, la falta de logística estatal, etc.- fue solo el preámbulo para escenificar el asunto de fondo: la ruptura política del movimiento que tomó el poder el 24 de mayo. Hoy, a un lado de la orilla están los soldados que cavan trincheras bajo la línea política del eje Correa-Glas. Al otro, quienes cierran filas por las tesis estratégicas de Moreno.

Cuando Glas tomó el micrófono e inició su alocución, el sábado 5 de agosto, mandó sus mensajes. Entre ellos: i) él es el relevo político-mediático de Correa casa adentro, mientras el expresidente mueve los hilos de la oposición al Gobierno desde la vieja Europa. ii) Glas será quien “queme suela” en la cruzada anti-morenista, y Correa, apoyándose en herramientas hasta hace poco desconocidas por los políticos, seguirá con el control remoto sobre el juguetito digital llamado Twitter. iii) Glas ya no dispone del aparato estatal para difundir las tesis anti-morenistas y deberá adaptarse a su nueva realidad, contradictoria y poco envidiable: ser un vicepresidente vaciado de poder, a la vez que líder orgánico de oposición a un Gobierno… ¡del que todavía forma parte! iv) El Vicepresidente recurrió al desgastado formato de las sabatinas correístas. Aquel ejercicio mostró -fehacientemente- las penurias conceptuales de la propaganda política, de suyo, cuestionadas desde el 24 de mayo por el presidente actual. Pero la necedad (o necesidad) de Glas (y/o de los ideólogos de su propaganda) pusieron las cosas al borde del ridículo y ahí están los resultados: las hilachas mediáticas se vieron ampliadas por el actual momento histórico del país. Todo se repitió como si nada hubiera ocurrido en estas intensas semanas de terremotos políticos y de dramáticos cambios en la correlación de fuerzas políticas alrededor del poder.

En suma, al poner el deseo mediático por encima de la realidad política, Glas y los expertos en propaganda que le rodean protagonizaron un capítulo que merece una lectura más profunda. El eje del análisis es bastante simple de definir: se quiso meter un cuadrado en un círculo.

Desde el 24 de mayo pasado no existe más el Ecuador unívoco; el que consumía un solo discurso político, el dominante, el que se diseminaba sin cesar desde la gran estructura de propaganda creada. Se evapora de a poco el país acostumbrado a no tener juegos dialécticos y reflexiones reposadas; ese país mediatizado por la propaganda que no tuvo freno conceptual ni límites éticos, como exige una sociedad democrática, de voces distintas y diversas.

Si Glas utilizó el discurso, el formato y el libreto de hace una década, ¿el poder político actual tendrá la fuerza suficiente para cristalizar el salto cualitativo?

Fuente: El Telégrafo