En India, un ejército de activistas sanitarias sociales mal retribuidas y desprotegidas; se enfrenta a la desconfianza y al riesgo de contagio para detectar a enfermos de coronavirus entre los más pobres.

Se trata de activistas sanitarias sociales desplegadas en ciudades y pueblos de India. Crédito: AFP.

En India, un ejército de activistas sanitarias sociales mal pagadas y desprotegidas se enfrenta a la desconfianza y al riesgo de contagio para detectar a enfermos de coronavirus entre los más pobres.

Son alrededor de un millón de mujeres voluntarias, llamadas ASHA, por las iniciales en inglés de Accredited Social Health Activists (Activistas de Salud Social Acreditados). Se trata de activistas sanitarias sociales desplegadas en ciudades y pueblos del país para prodigar normalmente cuidados básicos, como vacunas o partos.

Ahora están en la línea del frente en la lucha contra la covid-19. La nueva epidemia de coronavirus causa estragos en la segunda nación más poblada del planeta, que ya tiene más de medio millón de casos declarados.

“Nuestros jefes nos dan órdenes por teléfono desde la comodidad de su hogar u oficina. Nosotras sacrificamos las vidas de nuestras familias para educar y ayudar a la gente”, declaró Alka, una voluntaria de 32 años que pidió ser identificada solo por su nombre.

Con otras “hermanas” de este programa gubernamental existente desde hace unos 15 años, “somos las verdaderas heroínas” de la lucha contra el coronavirus, estima.

Protegida solo con un pañuelo, ASHA asegura que con frecuencia se topa con habitantes furiosos con la gestión de la crisis sanitaria por parte del gobierno del primer ministro Narendra Modi.

Durante un reciente puerta a puerta en una aldea del estado de Uttar Pradesh (norte), Alka y dos de sus colegas acabaron rodeadas por ocho hombres, que reclamaban comida y equipos de protección contra el virus.

“Ni siquiera nosotras recibimos equipo ni cereales. ¿Dónde vamos a conseguirlos para vosotros?”, les respondió. No fue a mayores. Pero el acoso a veces degenera en agresión. “ Recientemente, unos lugareños arrancaron la ropa a una mujer mientras trabajaba” , cuenta Alka.

Ella y sus colegas van de casa en casa para pedir a los ocupantes que rellenen un cuestionario sobre los posibles síntomas del nuevo coronavirus y el historial de sus desplazamientos recientes. Si una persona parece enferma de la covid-19 se lo comunican a las autoridades.

 Pegamento casero 

“Hace 14 años que soy una ASHA y nunca he tenido tanto miedo de llamar a una puerta con mis manos. No tenemos guantes, ni siquiera mascarillas”, cuenta Alka.

Debido a la falta de rastreo de los contactos en India, ASHA es uno de los “elementos vitales” para frenar el coronavirus en el país de 1 300 millones de habitantes porque conocen bien las comunidades donde operan, explica Anant Bhan, experto en salud pública.

El trabajo es arduo y mal retribuido (de 23 a 70 euros al mes) , a pesar de la “prima coronavirus” de 12 euros. Con su salario, Alka corre con los gastos de su marido, que desaprueba su trabajo y la insulta, y sus tres hijos.

Tiene que costearse ella misma los trayectos de ida y vuelta a las comunidades a las que ayuda. Y a veces trabaja con muy pocos recursos. Durante un viaje a la aldea de Bahadarpur utilizó pegamento casero hecho a base de harina para pegar en una casa un cartel que explicaba la importancia de lavarse las manos y recomendaba gestos barrera contra el virus.

“El pegamento en el cartel no aguanta bien”, explica, “pero si tengo que usar una rupia de mi salario para comprarlo, crearía un agujero en mi presupuesto”.

Los consejos de las ASHA -llevar mascarilla y aislarse en caso de síntomas- suelen sentar mal, especialmente en las comunidades pobres con muchos jornaleros.

“Me quedaré en casa si me garantizas que mis hijos no se morirán de hambre”, les dijo un hombre durante una reciente gira. “La gente tiene dificultades para alimentar a sus familias”, lamenta Alka. “¿Qué podemos hacer?”.

Fuente: El Comercio -Nota original : LINK