Cuando un venezolano llega a Huaquillas, la ciudad fronteriza entre Ecuador y Perú, ya ha hecho por lo menos cuatro días de viaje por carretera desde que dejó su casa.

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Las posibilidades de aseo han sido escasas y la alimentación diaria consiste en galletas, pan y jugo que muchos guardan en su maleta antes de salir de su país, a más de 2 269 kilómetros de distancia. En su ruta al sur del continente ingresan a Ecuador por el puente de Rumichaca, en Carchi, en la frontera con Colombia. Huyen de la crisis económica y la violencia, que atraviesa su país.

Una vez en Ecuador, viajan desde la terminal de Tulcán rumbo a Huaquillas durante 13 horas; ahí toman un taxi para trasladarse hacia Migración de Perú, cruzando la frontera. Allí inician un nuevo periplo para ingresar al vecino país del sur. Aunque hay quienes continúan el camino hacia Bolivia, Chile y Argentina. En Migración, Carolina Robledo espera sellar su pasaporte y recibir su Permiso Temporal de Permanencia (PTP), aprobado en el 2017 por el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski. ​ El sol del mediodía es calcinante y la temperatura supera los 34 grados.

Robledo lleva ropa deportiva de color negro y una gorra con la bandera tricolor. Buscará a su papá, que tiene cuatro años en Lima. Decidió viajar con su esposo desde Carabobo, estado ubicado en el centro-norte de Venezuela, porque el dinero ya no le alcanza para comprar comida.

En Perú se ha contabilizado la presencia de 100 000 venezolanos. El 15% tiene el permiso temporal, el 75% llega como turista y el resto es residente, según medios locales. Ampliar “Mis compatriotas deben estar alerta para no ser sorprendidos. Los taxistas en Perú nos estafan al momento de cambiar dólares por soles”.

Durante el viaje, Robledo hizo amistad con otras seis personas. “Nos unimos por la inseguridad, porque uno nunca sabe”, cuenta. Se conocieron en Cúcuta, ciudad colombiana que colinda con San Antonio del Táchira, del lado venezolano. Comparten la comida y las responsabilidades. Todos cuidan las maletas de todos, por turnos: mientras unos van al baño o sellan los pasaportes, los demás vigilan las pertenencias. Dos de ese grupo son pareja y los otros son primos que seguirán hacia Bolivia.

En los casi cinco días que lleva de viaje solo hizo una parada en Cúcuta, para descansar. “No nos alcanza el dinero. No podríamos quedarnos en hoteles”, se lamenta. “El único lujo que me pude dar fue un almuerzo que me comí ayer, porque lo necesitaba. Me estaba muriendo de hambre”. Huaquillas, en la provincia de El Oro, es la principal entrada a Perú por vía terrestre.

De acuerdo con el Ministerio del Interior de Ecuador, de los 288 005 venezolanos que ingresaron al país el año pasado, 227 810 lo hicieron por Rumichaca. De esta última cifra, el 68,75% registró su salida por la frontera con Perú. Solo en enero de este año, la cifra de venezolanos que salieron de Ecuador por Huaquillas alcanzó las 44 731 personas. Si se mantiene la tendencia, podría duplicar el total del 2017.

En el territorio peruano funciona uno de los Centros Binacionales de Atención en Frontera (Cebaf), que fueron creados por la Comunidad Andina para el control del flujo de personas, mercancías y vehículos. La Aduana de Perú señala que el número de venezolanos atendidos entre enero y febrero de este año creció 40% en relación con el año pasado.

A diario, registran en promedio 1 000 venezolanos. La cifra de ecuatorianos, colombianos y peruanos no supera los 400. Es tanta la afluencia que las autoridades habilitaron una oficina únicamente para venezolanos. Se le conoce como el “Bloque Garita”. El trámite en este módulo puede durar más de dos horas. Rafael Di Damazo, de 28 años, partió de Aragua. Este fue el estado más violento de Venezuela durante 2017.

Hubo 155 muertes por cada 100 000 habitantes, según el Observatorio Venezolano de Violencia. Di Damazo tiene su título universitario en Producción Industrial y forma parte del grupo etario con mayor número de migrantes, de acuerdo con el Ministerio del Interior. Di Damazo dejó su país porque su sueldo solo le alcanzaba para comprar dos kilos de carne. Trabajaba en una fábrica de plásticos, cuya producción bajó por la falta de materia prima. Reunió USD 200, de los cuales había gastado 95 en pasajes desde que salió de su país.

Deximar Escobar, de 20 años, lleva las fotos de su mamá en su maleta. Ella viaja con su prima Ashley, de 18, quien esperó cumplir la mayoría de edad para salir. Seguirá hasta Santiago de Chile, donde la espera su hermano, quien emigró en agosto pasado.

Acalorada, Katerine Tamayo lleva a su bebé de tres meses. Ella tiene 22 años y su esposo, 26. Entre los dos llevan alrededor de USD 400. Son oriundos del estado Portuguesa (en el centro de Venezuela), donde dejaron a su otra hija de 3 años, porque no pudieron sacar el pasaporte por falta de material, dicen. Se quedarán en Trujillo, una ciudad del norte de Perú. Allí buscarán trabajo para pagar el dinero que les prestaron para el viaje y para ayudar a sus familiares.

Fuente: El Comercio