Muchos políticos demandan un tope máximo para la acogida de refugiados, lo que otros rechazan, alegando el derecho humanitario que exige dar cobijo a quien lo necesite.
A Alemania llegó en 2015 un estimado millón de refugiados, no solo de Oriente Medio sino también de países balcánicos como Kosovo y Albania; a Suecia más de 180.000 y Austria casi 100.000 personas, cifras que multiplicaron por cuatro o cinco las de años anteriores.
Así, estos tres países han acogido, junto con algunos pocos como Italia, Holanda o Bélgica, a la inmensa mayoría del millón largo de refugiados que llegó a Europa en 2015.
Y mientras que la canciller alemana, Angela Merkel, y su homólogo austríaco, Werner Faymann, siguen insistiendo en la posibilidad de poder superar este desafío, otros reclaman a gritos un límite máximo de acogidas, alegando la supuesta falta de capacidad para recibir a todos los exiliados.
Para este año, Austria espera unos 120.000 refugiados más, un cálculo basado en las últimas semanas de 2015, en las que de media se registraron unas 2.800 peticiones de asilo político por semana.
Siguiendo está lógica, Alemania recibiría este año otro millón de refugiados y Suecia más de 200.000 nuevos refugiados, un número que el Gobierno en Estocolmo ya ha dicho que no podrá gestionar.
En Alemania el Gobierno de Angela Merkel ha presupuestado un gasto de unos 17.000 millones de euros para integración y asistencia de los refugiados.
Mientras, cada día siguen entrando por la frontera sur de Austria unos 3.000 nuevos inmigrantes procedentes de Eslovenia, que en su mayor parte son trasladados a Alemania.
Sin embargo, cada vez más refugiados son devueltos por Alemania a Austria, ya que viajan con papeles falsos.
Actualmente hay unas 2.000 personas varadas en el lado austríaco de la frontera, sin posibilidad de volver a Alemania.
Allí, las autoridades controlarán desde hoy «caso por caso» las solicitudes de asilo, sobre todo de sirios, iraquíes y eritreos, lo que ralentizará más los procedimientos.
Queda suspendido así un procedimiento simplificado que se había aplicado para sirios e iraquíes desde 2014.
Para poder controlar mejor las nuevas llegadas, Austria terminará en las próximas semanas una valla fortificada de unos cuatro kilómetros en su frontera con Eslovenia.
Y el pequeño país balcánico, que sirve de corredor de tránsito para la ola migratoria, pretende vallar por completo los alrededor de 650 kilómetros de frontera con la vecina Croacia, desde donde ha recibido cientos de miles de refugiados en los últimos cinco meses.
Eslovenia sigue así el ejemplo de Hungría que cerró su frontera herméticamente en otoño pasado, primero con Serbia y luego también con Croacia, para no convertirse en un corredor hacia Europa Occidental.
Mientras que los políticos pretenden solucionar la crisis con nuevas leyes restrictivas, los expertos jurídicos del Parlamento alemán aseguran que limitar el número de acogidas no sería legal.
Y es que el derecho comunitario de asilo y refugiados no incluye ninguna normativa que prevea una limitación numérica para las acogidas de asilados reconocidos internacionalmente, señalaron en un informe emitido a finales de diciembre.
También la posibilidad de crear una norma comunitaria para introducir un límite máximo de acogidas sería «problemático», ya que eso violaría la Carta comunitaria de derechos fundamentales.
Mientras, Europa intenta afrontar la crisis con la ayuda de Turquía, el país eurasiático donde hay millones de refugiados, sobre todo sirios y también iraquíes y afganos, que tratan de llegar desde allí a alguna isla griega o por tierra a Bulgaria.
A cambio de 3.000 millones de euros, el gobierno islamista turco parece dispuesto a impedir las salidas ilegales de personas y promete invertir el dinero recibido en nuevos centros de acogida y una mejora del sistema educativo para los niños refugiados.
Pero ni el frío invernal y la mar revuelta, ni las vallas y los controles turcos han detenido por ahora la ola migratoria.
Los refugiados parecen estar anticipando el endurecimiento de las políticas de asilo en Europa y eso les lleva a emprender el viaje también en pleno invierno, antes de que Europa termine de cerrar sus puertas de forma definitiva.
Por eso, muchos advierten de que el relativo descenso actual de las llegadas es solo temporal y debido al clima invernal.
«Los refugiados nos cuentan que en sus países mucha gente espera a que mejore el tiempo para emprender el camino», aseguró hace unos días el director de una ONG serbia que se ocupa de los refugiados de tránsito en ese país balcánico