La OIT presentó «Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2016», un estudio anual en el que intentan analizar las tendencias de los mercados de trabajo y el porqué de ellas.
Según sus propias estadísticas, 2015 acabó con 197,1 millones de personas sin trabajo, 27 millones más que antes de la crisis de 2007.
Los economistas de la OIT prevén que en 2016 otros 2,3 millones de trabajadores se conviertan en desempleados, lo que elevaría el total de parados al final de este año a 199,4 millones.
A los que «es probable» que se le sumen 1,1 millones de personas sin trabajo en 2017, advierte la entidad.
«Es probable que la desaceleración económica mundial de 2015 tenga un efecto retardado en los mercados de trabajo en 2016», especula el texto.
El aumento del número de demandantes de empleo vendrá principalmente de los países emergentes y en desarrollo, según el informe, en particular los de América Latina así como algunos países asiáticos (especialmente China) y varios países árabes exportadores de petróleo.
«La significativa desaceleración de las economías emergentes junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un efecto negativo sobre el mundo del trabajo», declaró en rueda de prensa el director general de la OIT, Guy Ryder.
Este aumento del paro en los países emergentes y en desarrollo contrasta con la mejora de la tasa de desempleo de las economías desarrolladas, que bajó de 7,1 % en 2014 a 6,7 % en 2015.
«En numerosos casos, sin embargo, estas mejoras no fueron suficientes para colmar el déficit del empleo que se generó como resultado de la crisis financiera mundial», especifica el informe.
Uno de los problemas principales resaltados por el informe es que muchos de los empleos existentes son precarios, por ser temporales, a tiempo parcial o mal remunerados.
«Muchos trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto en las economías en desarrollo como en las emergentes y, cada vez más, en los países desarrollados», se lamentó Ryder.
El director general hizo especial énfasis en destacar la importancia «de un salario de supervivencia», es decir, la importancia de que una persona que trabaja al cien por cien obtenga un sueldo que le permita vivir a él o ella y a su familia dignamente.
«Es inaceptable que en muchos casos esto no suceda», subrayó Ryder, recordando que un suelo de supervivencia es diferente a un subsidio por desempleo.
Según los datos de la OIT, el empleo vulnerable aún representa más del 46 % del total del empleo a nivel mundial, y afecta a alrededor de 1.500 millones de personas.
El empleo vulnerable es especialmente alto en las economías emergentes y en desarrollo, donde alcanza entre la mitad y dos terceras partes de la población empleada en esos grupos de países, respectivamente, con los niveles más altos en Asia Meridional (74 %) y África Subsahariana (70 %).
Existen, además, importantes diferencias entre los géneros en lo que se refiere a la calidad del trabajo.
Así, en ciertos países del norte del Magreb, de África subsahariana y de países árabes, las mujeres tiene de 25 a 35 % más riesgo de empleo vulnerable que los hombres, denuncia el documento.
Por otra parte, el informe muestra que el empleo informal representa más del 50 % en la mitad de los países en desarrollo, y en una tercera parte de estas naciones, afecta a más del 65 % de los trabajadores.
«La falta de empleos decentes hace que las personas recurran al empleo informal, que por lo general se caracteriza por baja productividad, bajos salarios y ninguna protección social. Esto debe cambiar», pidió Ryder.
Asimismo recordó que hay consenso entre los líderes políticos sobre la importancia de luchar contra la informalidad y que el único debate se sitúa en el «cómo» hacerlo.
«Pero es la dirección correcta a tomar», concluyó.