En un escenario flanqueado por cuatro grandes monolitos en los que se proyectaban imágenes de animales marinos, bosques, ciudades o que reproducían su figura, Bosé apareció vestido de un blanco impoluto para abrir más de dos horas de concierto con el tema «Amo».
Aparte de esa canción, de su nuevo disco, el interprete de «Nena» presentó «Encanto», «Libre ya de amores», «Solo si», «Tú mi salvación» y «Sí se puede» que los fanáticos escucharon absortos.
Incansable, Bosé interpretó 24 canciones sin apenas salir del escenario en el que estuvo escoltado por tres músicos con guitarras, uno con baterías y otro al teclado. La única mujer del grupo formaba parte de un coro que completaban otros dos artistas que, junto a Bosé presentaron coreografías sencillas y bien sincronizadas.
Gestos teatrales, movimientos cadenciosos, así como sencillos y coordinados pequeños saltos de Bosé y su elenco arrancaron gritos de un público maduro, mayoritariamente femenino, que pintaba canas, y que cantaba y bailaba por igual temas como «Bambú», «Como un lobo» o «Morena mía».
Los abrazos y la nostalgia llegaron al público con «Si tu no vuelves» y la desilusión cuando no escuchó «Amiga» pese a que pedían a gritos en el coliseo «Rumiñahui», con aforo para 10.000 personas pero que dejó ver claros en sillas y graderíos.
Giros, sensuales movimientos y miradas cómplices con los guitarristas y su coro, dejaron ver cómodo y maduro a un Bosé que derrochó el profesionalismo que ha cultivado en sus cuatro décadas sobre los escenarios.
Sin mucho diálogo con los asistentes, Bosé aprovechó eso sí, la canción «Nada particular» para pedir una «fuerte y solemne reverencia» para todos los exiliados y, como un gesto de solidaridad, invitó los presentes en el concierto en la mitad del mundo, a honrarlos de pie durante unos minutos en que solo se escucharon los instrumentos musicales.
Con «que mi historia no traiga dolor/que mis manos trabajen la paz/que si muero me mates de amor…nada particular», volvió a cantar el artista para cerrar el tema repitiendo: «libertad, libertad».
Al ritmo de «Partisano» rechazó la traición, la guerra, el odio y se refirió al himno de paz, a la libertad.
Volvió a su repaso de temas conocidos con «Como un lobo» que sacudió al público que lejos de bajar el ritmo, se alborotó poco después al escuchar los primeros acordes de «Morena mía», sobre la que -dijo- hay una leyenda falsa pues no solo está dedicada a las morenas.
En su concierto «Amo tour», que en su primera escala en Ecuador se presentó esta semana en la ciudad costera de Guayaquil, confirmó lo que anunció en 2015 cuando dijo que el espectáculo sería «de una belleza extrema».
Y es que Bosé paseó su maestría y elegancia en un escenario en el que se proyectaban imágenes de gran definición y en las que figuras de bailarines aparecían con una secuencia tan milimétrica que parecían saltar de un monolito pese a que los dividía un buen espacio de por medio.
Habían pasado 90 minutos de concierto cuando el español intentó dar por terminado su paso por Ecuador con «Amo tour», el vigésimo disco de estudio de la carrera de Bosé que es, en sus palabras, una declaración de amor por sus hijos, por su padre y por el conocimiento.
Arropado por sus compañeros, todos vestidos de blanco, Bosé volvió al escenario con «Que no hay» para deleite de sus seguidores que poco después, nada más escuchar la palabra «bambú», rompieron en gritos y saltos a los que siguió un sonoro coro que se extendió hasta «Amante bandido».
Bosé, que en abril cumplirá 60 años, dijo que en su profesión «casi todo es bueno» y lo «duro», «feo» es dejar a la familia atrás cuando se entra en gira. «Se me rompe el corazón», confesó al indicar que echa de menos a sus cuatro hijos.
Con esa nostalgia encima, volvió a sus 19 años al recordar que fue entonces cuando escribió «Te amaré», la penúltima canción de un concierto que cerró con «Por ti», en homenaje a la sinceridad en las relaciones.