La Reina del Pop Madonna preguntó ayer a sus fans que se concentran en la mítica playa de Copacabana, en Río de Janeiro, si estaban “listos” para su monumental concierto gratuito, a pocas horas de salir al escenario.
«Are you ready?”, escribió la artista de 65 años en Instagram junto a tres fotos, dos con la bandera de Brasil y una de su torso con la camiseta verdeamarela de la selección de futbol con el número 10 y la inscripción Ciccone, su apellido.
Madonna cerró ayer su The Celebration Tour con una actuación ante más de 1.5 millones de almas venidas de todo Brasil y de fuera.
Alba y Roxy Rueda, dos hermanas argentinas de 48 y 46 años, compraron los pasajes apenas comenzaron los rumores de su show en Río meses atrás.
Cuando cumplí nueve años, mi hermana mayor, que falleció el año pasado, me regaló el primer walkman con el cassette de Like a Virgin. Desde entonces no paramos de escucharla. Por eso para nosotras venir tiene que ver con el vínculo entre hermanas”, dice Alba desde su habitación de hotel en Copacabana mientras se colocan sus outfits de Madonna.
El día D llegó tras semanas de intensos preparativos en los que trabajaron miles de personas y que generó un revuelo inusual para estas fechas en la icónica ciudad brasileña.
Ayer, Copacabana bullía de excitación, aunque también con policías en casi cada esquina, en un intento de minimizar los habituales robos en masa.
He estado escuchando a Madonna toda la semana. Es como si tuviera un gran subidón energético”, dice Iná Odara, una socióloga de 29 años. “Madonna me ayudó a salir de la Iglesia católica, a pensar muchas cosas, a cambiar mi relación con mi familia”, agrega esta mujer trans cerca del escenario levantado sobre la arena, el cual duplica en tamaño los de anteriores shows de la gira, con más de 800 m2.
Al caer la noche, Madonna recorrió una pasarela elevada desde el hotel Copacabana Palace, donde se aloja, hasta el escenario.
Antes, miles ya se iban agolpando en las primeras filas de “la pista de baile más grande del mundo” en traje de baño mientras se movían a ritmo de Hung Up, que sonaba por los altavoces.
Tras 80 shows en Europa y Norteamérica, el concierto en Río fue el broche de oro de una gira que se volvió especialmente significativa, después de que en junio una grave infección bacteriana hiciera temer por la vida de la cantante.
Desde que en 1984 el éxito Like a Virgin la catapultó a la escena internacional, Madonna lanzó un álbum cada dos o tres años y hoy es considerada una de las mayores artistas pop de todos los tiempos.
Sus actuaciones han marcado pauta por sus espectaculares producciones, pero también porque regalaron al mundo del entretenimiento momentos icónicos. Su irreverencia generó una relación tumultuosa con la Iglesia católica, al punto de ser excomulgada por el papa Juan Pablo II por su video de Like a Prayer, considerado blasfemo.
Tras cuatro décadas, sigue maravillando a la industria y al público con su capacidad para innovar.
Y ayer, la camaleónica Madonna fue todas las Madonnas: la chica material, la novia, la católica pícara, la virgen, la vaquera…
También la que reivindica su erotismo y simultáneamente la maternidad: cuatro de sus seis hijos compartirán escenario con ella. También lo harán las brasileñas Pabllo Vittar y Anitta, que en 2020 hizo Faz Gostoso en colaboración con Madonna.