Francisco hizo estas reflexiones en su exhortación apostólica, «Amoris Laetitia» (La alegría en el amor), publicada hoy, y que recoge las conclusiones en relación a los dos sínodos de obispos sobre la familia de 2014 y 2015.
En el documento, señala que «la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto».
«Estas medidas son inaceptables incluso en lugares con alta tasa de natalidad, pero llama la atención que los políticos las alienten también en algunos países que sufren el drama de una tasa de natalidad muy baja. Como indicaron los obispos de Corea, esto es ‘actuar de un modo contradictorio y descuidando el propio deber'», agrega.
En este sentido, anima a las familias que no pueden tener hijos a que adopten y «sean magnánimos y abran su amor matrimonial para recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar».
«Adoptar es el acto de amor de regalar una familia a quien no la tiene. Es importante insistir en que la legislación pueda facilitar los trámites de adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados, en orden a prevenir el aborto o el abandono», expuso.
Respecto a «la eutanasia y el suicidio asistido», sostiene que «son graves amenazas para las familias de todo el mundo».
«La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para las familias de todo el mundo. Su práctica es legal en muchos países. La Iglesia, mientras se opone firmemente a estas prácticas, siente el deber de ayudar a las familias que cuidan de sus miembros ancianos y enfermos», sostuvo.
Finalmente, el papa Francisco recuerda «a quienes trabajan en las estructuras sanitarias» «la obligación moral de la objeción de conciencia».
«Del mismo modo, la Iglesia no sólo siente la urgencia de afirmar el derecho a la muerte natural, evitando el ensañamiento terapéutico y la eutanasia, sino también ‘rechaza con firmeza la pena de muerte'», expone.