Pese a que logró alcanzar la cifra mágica de los 1.237 delegados necesarios para asegurarse la nominación republicana, el magnate inmobiliario no ha cejado en su empeño de lanzar improperios contra algunos de sus correligionarios o minusvalorar su capacidad al frente de los cargos que ocupan.
Entre sus objetos de ataque más recurrentes se encuentra el que fuera candidato a la Presidencia por el Partido Republicano en 2012, Mitt Romney, a quien el multimillonario decidió calificar esta semana de «pingüino».
«Pobre Mitt Romney. Tengo una tienda que vale más dinero que él. (…) Mírenle, camina como un pingüino», dijo Trump en uno de sus discursos de campaña en Anaheim, California, donde se celebrarán primarias el 7 de junio.
«Entiendo a los perdedores -continuó en referencia al exgobernador de Massachusetts-. Uno puede hacer un montón de dinero con los perdedores», aseguró, antes de añadir que Romney «se atraganta como un perro».
No quiso acabar su discurso sin recordar la «falta de energía» del exaspirante a la nominación republicana Jeb Bush, quien también ha rechazado respaldar al magnate, al igual que su hermano y su padre, los dos expresidentes Bush.
Pero los descalificativos hacia el excandidato presidencial o hacia el exgobernador de Florida no son los que más preocupan en el seno del partido, ya que actualmente Romney y Bush no ocupan ningún cargo electo, sin embargo, Trump tampoco tiene reparo en cargar las tintas con quienes sí se encuentran en activo.
Fue el caso de la actual gobernadora de Nuevo México, la republicana Susana Martínez, quien logró ser la primera mujer latina gobernadora de todo el país y además preside la Asociación de Gobernadores Republicanos.
Las descalificaciones contra Martínez llegaron en su propio estado, en la ciudad de Albuquerque, donde Trump ofreció otro mitin de campaña al que la gobernadora no asistió, pero en el que acabó siendo protagonista por ser blanco de los comentarios mordaces del multimillonario.
En aparente despecho por su ausencia, el magnate reiteró en diversas ocasiones que Martínez «no está haciendo su trabajo» y la criticó por «permitir la entrada a refugiados sirios», el aumento de residentes de Nuevo México en requerir asistencia con cupones de alimento o la subida del desempleo en la ciudad.
«Es culpa de su gobernadora. Tenemos que conseguir que su gobernadora se ponga en marcha. Ella tiene que hacer un mejor trabajo, ¿no?», reiteró una y otra vez Trump, que bromeó conque quizá tendría que presentarse él como candidato a reemplazarla.
Martínez es uno de los principales rostros del partido que se ha negado a dar su respaldo oficial al magnate, entre otras razones por la retórica antiinmigrante de la que Trump hace gala, y que en un estado como el suyo, con altísimos índices de población latina, podría causarle graves consecuencias.
Sin embargo, la gobernadora no está sola, y varios líderes republicanos salieron en su defensa, poniendo una vez más de manifiesto que el Partido Republicano y Trump tienen un difícil camino hacia el entendimiento.
Preguntado por la polémica, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, apoyó a su compañera en un encuentro con la prensa, subrayó la calidad política de Martínez y la calificó de «gran amiga».
Ryan, uno de los grandes pesos pesados del Partido Republicano, sigue rehusando dar su apoyo al magnate de manera oficial pese a que las oficinas de ambos están en «continuo contacto», según dijo, y reiteró esta semana que sigue sin «estar listo» para dar un paso al frente en favor de Trump.
Mientras tanto, otros líderes republicanos, como el presidente del Comité Nacional Republicano (RNC, en inglés), o el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, continúan pidiendo a su bancada que se alinee con el multimillonario pese a las profundas diferencias que lo separan del aparato del partido.
El objetivo común, argumentan, es lograr vencer a la favorita entre los demócratas a la Casa Blanca, Hillary Clinton, pero muchos republicanos del Congreso temen perder su asiento en el Legislativo si se acercan a un candidato tan radical como Trump, quien, como ha demostrado en los últimos días, no parece estar muy dispuesto a bajar ni un ápice el tono de su campaña, su sello.