Según la Compañía Nacional libia de Petróleo (NOC en sus siglas en inglés), solo un pequeño depósito y una de la tuberías que desembocan en uno de los cinco grandes tanques atacados seguían en llamas el sábado por la noche.
«Se ha conseguido sofocar el 90 por ciento del incendio. Han sido más de dos días de trabajo sin descanso para acabar con el incendio causado por el lanzamiento de un cohete por parte de los islamistas», explicó la compañía, bajo control del gobierno de Trípoli.
La Guardia Petrolera, milicia privada que protege las instalaciones petroleras en Libia, «ha conseguido restablecer la seguridad en todo el perímetro y se han enviado equipos para evaluar los daños», agregó.
De acuerdo con sus primeros cálculos, el ataque puede haber destruido en torno a tres millones de barriles de crudo y creado un desastre natural sin precedentes en la zona de costa que se extiende entre Ras Lanuf y Bengasi, segunda ciudad en importancia del país.
Según fuentes de Seguridad en la vecina localidad de Ajdabiya, el ataque fue obra de un grupo de hombres que logró penetrar en el puerto y hacer detonar un explosivo que afectó a cinco de los 12 depósitos.
Los yihadistas emprendieron hace más de una semana una ofensiva para tratar de hacerse con el control de los puertos petroleros de Sidrá y Ras Lanuf, los más importantes del país, que tienen bajo asedio.
Libia es un Estado fallido, víctima de la guerra civil y el caos, desde que en 2011 la comunidad internacional apoyara militarmente el alzamiento rebelde contra la dictadura de Muamar al Gadafi.
Desde las últimas elecciones, el poder está dividido entre Tobruk y Trípoli, gobiernos a los que apoyan distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de armas, petróleo, personas y drogas.
Del enfrentamiento se aprovechan grupos yihadistas vinculados al EI y a la organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que han ganado terreno y extendido su influencia al resto del norte de África.
Los yihadistas controlan la ciudad oriental de Derna, vecina con Egipto, y la costera de Sirte, a unos 450 kilómetros de la capital, y han logrado penetrar también en la disputada Bengasi y en el extrarradio de Sabratah, localidad a medio camino entre Trípoli y la frontera con Túnez.