Ecuador intensifica la búsqueda de supervivientes bajo los escombros que generó el terremoto del sábado pero, al mismo tiempo, piensa ya en la forma más adecuada de reubicar a los afectados y planea cómo reconstruir las zonas más golpeadas por el devastador fenómeno.

Cuatro días después de la sacudida de 7,8 grados de magnitud en la escala de Richter, que ha causado al menos 570 muertos, 5.733 heridos y 163 desaparecidos, según las autoridades, el país sigue volcado en el envío de ayuda humanitaria y en los trabajos de rescate de supervivientes, así como en la asistencia médica y en la recuperación de cadáveres.

Pero cerca de 20.000 personas se han quedado sin hogar y las autoridades han comenzado a pensar en cómo y dónde instalarlas mientras se reconstruyen las zonas afectadas.

Es una labor que «no se va a hacer en tres días ni en tres meses», sino que «puede tomar años y cuesta miles de millones de dólares», advirtió hoy el presidente del país, Rafael Correa.

El gobernante dijo que también habrá que identificar las construcciones que deben demolerse antes de acometer la reconstrucción, que deberá empezar por la infraestructura pública.

Mencionó carreteras, puentes, escuelas e incluso los tres hospitales que se vinieron abajo y dijo que deberá aprovecharse la «dolorosísima situación» por la que atraviesa el país para «planificar bien» las ciudades.

Correa habló de condominios adecuados con espacios verdes en los que puedan reinstalarse los damnificados, que hoy permanecen cerca de sus casas, a veces derruidas o a punto de caer, por miedo a que les roben sus pertenencias.

Y es que muchos supervivientes del terremoto luchan por rehacer sus vidas desde carpas e improvisados refugios que, por ejemplo, en la ciudad de Portoviejo, se construyen en espacios abiertos donde familias enteras han reunido las pertenencias que les quedan.

Camas, armarios e incluso estufas son algunos de los enseres que los ciudadanos de Portoviejo han podido recuperar tras la tragedia y que ahora conservan en un parque, donde se reúnen quienes han perdido su casa a apenas unos trescientos metros.

Así viven desde hace unos días muchos ecuatorianos que, como el resto de sus compatriotas, están preocupados por aquellos que permanecen atrapados entre ladrillos y restos de edificaciones y a quienes equipos de rescate buscan sin descanso.

Rescatistas que llegaron a la zona cero mantienen la esperanza de hallar con vida a gente a la que buscan entre los hierros retorcidos y las ruinas de construcciones.

Christian Rivera, director del Centro de Operaciones Especiales del Municipio de Quito, dijo que basa su confianza en los 12 supervivientes que han rescatado de entre 98 cuerpos los bomberos de Quito y la Policía metropolitana de la capital.

Y es que rescatar una víctima en una zona de desastre es una tarea que requiere de conocimiento, técnica, experiencia y temple, pero que no escapa a emociones como la tristeza y la alegría.

Ese es el criterio de Gabriel Conde, bombero de la ciudad de Patate, en el centro andino de Ecuador, que ha sido desplazado a Pedernales, una de las localidades más afectadas por el terremoto.

«El rescate en estructuras colapsadas es la tarea más difícil que existe, por el peligro de deslizamientos, de movimiento de placas y de las réplicas sísmicas que siguen» presentes en Pedernales, dijo.

Réplicas como la de 6,3 grados de magnitud ocurrida la madrugada del miércoles, o la de magnitud 6 registrada la tarde anterior para desesperación y nerviosismo en los pobladores de las zonas afectadas.

Un total de 575 réplicas se han registrado desde la noche del sábado, según una fuente del Instituto Geofísico (IG) de Ecuador, que aseguró que este fenómeno seguramente se mantendrá por algunos días y no descartó que algunas puedan alcanzar o superar ligeramente magnitudes de 6.

Algunas de esas réplicas han sido sentidas también en Quito, a unos 160 kilómetros al este de la zona epicentro del terremoto, sobre todo en edificios altos.