La región, a su juicio, se ha quedado con lo peor del presidencialismo norteamericano y del monarquismo español «y sin ninguno de sus beneficios», es decir sin un Estado federal que sirva de contrapeso o sin una separación de funciones que matice «el ejercicio absolutista del poder».
«Si en un conflicto como el que acaba de suceder en Brasil hubiera existido un sistema parlamentario como el de Europa seguramente hubiéramos podido convocar elecciones anticipadas, disolver el congreso, someter el mandato presidencial a referendo. Hubiera habido maneras de salir de la crisis», sostiene.
La situación en Brasil con el juicio político a su presidenta, Dilma Roussef, y la tensión en Venezuela entre el Ejecutivo y la oposición «amenazan la continuidad democrática en la región», añade al inicio de un viaje oficial a París efectuado con motivo de la celebración de la Semana de Latinoamérica y el Caribe.
El abogado, economista y político (Bogotá, 1950) confía en las posibilidades del diálogo en Venezuela y en que se dé a Roussef «el derecho de su legítima defensa». Y anima a la región a «repensarse a sí misma», haciéndolo «por vías democráticas» y sin un coste «en términos de paz».
El expresidente colombiano estima que el principal problema de Latinoamérica a corto y medio plazo está relacionado con la situación económica, «en fase de decaimiento por la recesión europea y estadounidense, por la menor demanda china, por la caída de los precios de los productos básicos».
«La mala economía trae mala política, y ahí es donde estamos viendo cómo inciden los factores de gobernabilidad. Los mayores desafíos en estos momentos son cómo salir de la situación económica sin sacrificar los logros conseguidos en los últimos diez años», sostiene Samper.
Las oportunidades, apunta, «no hay que buscarlas fuera porque están adentro».
Máxime cuando, según añade, el mundo ha puesto sus ojos en otros focos, y «América Latina ya no es una prioridad en Europa», tanto en el plano internacional como doméstico.
Samper atribuye ese cambio «a la falta de latinoamericanidad de la nueva generación de dirigentes europeos», y cree que no es que se contemple la región con miedo, «sino que no se la mira, que es peor».
El representante de la UNASUR señala, pese a todo, que «en un mundo afectado por guerras étnicas, luchas religiosas o conflictos propios de la guerra fría, como en Ucrania, no deja de ser una buena noticia» que Latinoamérica «no resuelva sus diferencias a través de la violencia».
La «cereza que le falta al pastel» para consolidarse como una región de paz, destaca, es el final del conflicto armado de Colombia, sobre el que cree que se empieza a ver la luz al final del túnel.
Samper, que viajará el miércoles a Bruselas y posteriormente a Berlín, aborda estos días la actualidad latinoamericana en sus encuentros con representantes europeos, y defiende que «la relación entre países no se puede circunscribir al tratado de libre comercio».
El político colombiano admite que América Latina necesita a Europa para hacer crecer su agenda, pero precisa que no tiene el modelo europeo de integración como referencia.
«Europa es un proceso de integración que busca convertirse en nación. Nosotros somos una nación, con profundas identidades históricas, y como nación aspiramos a integrarnos», concluye Samper, cuyo organismo, del que forman parte 12 países sudamericanos, nació en 2008 precisamente con el objetivo de facilitar ese proceso.