«La UE no es el balneario de acogida de todo el mundo» ante un problema de dimensiones globales, manifiesta en una entrevista a Efe Marquina Barrio, autor del libro «la Unión Europea y el Magreb», donde analiza los desafíos surgidos tras las revoluciones árabes, recientemente presentado en Madrid, y el próximo 3 de febrero en Argel.
Según el catedrático de Seguridad y Cooperación en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, «es necesaria una respuesta humanitaria de la UE, pero hay que establecer unos límites. La solidaridad tiene que ser global», incorporar a los países de Asia o a los del Golfo, que financian el wahabismo y el salafismo.
El peso de esta diáspora «no puede ser que recaiga en los países vecinos a países en conflicto como Siria, o que todos vengan a Europa», añade.
«La UE tiene un límite, si se considera que el principal desafío es la integración de los emigrantes que son de otra cultura», ya que «los Estados del Golfo y de Asia no acogen a nadie y los de Europa del Este no quieren musulmanes».
Además, en un continente con dispares tasas de desempleo, dice, «la integración pasa por un puesto de trabajo y esa integración en el mercado laboral requerirá de entre tres y cinco años».
El experto reprocha que la UE «tenía que haber adoptado una posición preventiva en vez de reactiva» ante situaciones derivadas de la guerra en Siria e Irak y casi de guerra en Afganistán.
«Hay mucha improvisación. Nadie es solidario con nadie» ante este reto con rasgos de incrementarse, pues «el actual número de refugiados mas la reunificación familiar se multiplicará por cuatro y en vez de 3 o 4 millones en un futuro serán 20», vaticina.
El analista considera que «la posición de la canciller alemana, Ángela Merkel «es encomiable, pero tiene unas repercusiones tremendas».
Cuando se violan todas las fronteras nacionales, el derecho internacional no existe, las políticas de estado son cada vez más restrictivas y se vuelve a las fronteras nacionales, el coste «es brutal», estima.
También cuestiona el papel de Turquía al abrir la mano sin control a la inmigración y condena «los negocios que se están haciendo con los inmigrantes.
«Las mafias son las que facilitan este movimiento y la mafia turca se está haciendo de oro», afirma.
En cuanto a cómo se ha llegado a esta situación, estima que «hay que poner el dedo acusador en los Estados que miran hacia otra parte. La UE tiene que llamar la atención a determinados países».
Y el mundo occidental no ha tomado una «posición dura» para evitar la expansión del salafismo y del wahabismo, analiza.
«Ahora se están conociendo las cifras de Arabia Saudí para promover el wahabismo en el mundo y se habla de 100.000 millones de dólares», apunta y alude también al papel de Catar en los últimos años en las revoluciones árabes.
Marquina Barrio ve «difícil» la derrota del Estado Islámico «porque la coalición tiene muchos agujeros. Por ejemplo, la frontera de Turquía no está cerrada».
En cuanto a la «internacional Yihadista» manifiesta que «se alimenta con jóvenes de todas las partes del mundo, que dan un objetivo a su vida» y luchan porque el islam vuelva a tener «una preponderancia que perdió de la época dorada».
Por eso, agrega, aunque el EI tenga una derrota militar, el problema no se solucionará» porque tiene raíces a escala mundial.
En cuanto a las relaciones en el Mediterráneo entre la ribera Norte y la Sur, donde hay una mayor islamización, Marquina Barrios sostiene que «la brecha se ha agrandado».
«Europa tiene que replantearse que es lo que hizo desde 1995 con la Conferencia de Barcelona, lo cual implica que habría que jubilar a las personas que han estado al frente en los últimos años, porque no han sido capaces de afrontar este importante reto».
Tras las Primaveras árabes «hace falta un replanteamiento y nuevas personas, evitando personalismos de épocas anteriores», concluye.