Levy, quien ocupaba la cartera de Hacienda y era considerado una figura «confiable» para los mercados, renunció el pasado viernes y su lugar fue asumido hoy por Barbosa, que hasta ahora se desempeñaba como ministro de Planificación.
En la ceremonia de toma de posesión de Barbosa, Rousseff no hizo alusiones a las razones de la salida de Levy, que no fueron del todo aclaradas, pero sí valoró la «gran capacidad» del ahora exministro para lidiar con «las dificultades económicas en un ambiente de crisis política».
Rousseff aludió al desgaste de la relación entre el Gobierno y el Congreso, que ha impedido la aprobación de algunas medidas que son parte de un fuerte plan de ajuste fiscal.
Sin embargo, evitó hacer referencias a su propia situación y a la decisión de la oposición de promover un juicio político con vistas a su destitución, lo cual será analizado a partir de febrero próximo por el Congreso.
Rousseff insistió en que las turbulencias de la economía del país, que según diversas previsiones este año se encogerá cerca del 3,8 % y mantendrá esa tendencia negativa en 2016, responden en parte a la crisis política y a «factores externos», como la caída de los precios de las materias primas.
Según la mandataria, «el cambio del equipo económico no altera los objetivos» del Gobierno, que son alcanzar el «equilibrio fiscal, un mayor control de la inflación», así como «eliminar incertidumbres y recobrar el crecimiento».
Rousseff sostuvo que «el equilibrio fiscal y el crecimiento de la economía pueden y deben ir juntos» y se comprometió, junto con su nuevo equipo económico, a «crear las bases para nuevas medidas y reformas de medio y largo plazo que contribuyan para concretar un nuevo ciclo de expansión».
En el mismo acto, la vacante dejada por Barbosa en la cartera de Planificación fue asumida por Valdir Simão, hasta ahora titular de la Contraloría General de la Unión, quien a su vez fue reemplazado por Carlos Higino Ribeiro, quien ocupaba el cargo de secretario ejecutivo de ese despacho.