De ellos 70 165 tienen entre 18 y 25 años y son parte de los centeniales, nacieron entre 1995 y 2005. Otros 156 872 con edades entre 26 y 40 son los mileniales, nacieron entre 1980 y 1994 –según los periodos generacionales establecidos por la mayoría de investigadores–.
A pesar de ser parte de las generaciones más conectadas a la web y adiestradas en el uso de la tecnología, el desempleo los afecta con fuerza.
Un reciente artículo del diario El País de España señala que la también llamada generación Z será la que más caro pague el valor de la crisis económica generada por la pandemia. “Tienen el futuro embargado”, refiere la publicación respecto a la situación incierta del planeta.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 850 000 personas quedarán en el desempleo en Ecuador hasta el final de este año. Al menos uno de cada seis jóvenes han perdido ya su trabajo durante la pandemia en la región, anota el último informe de la OIT, que indica que las tasas de desempleo juvenil en países como Brasil, Uruguay o Argentina se acercaban antes de la pandemia al 30 %.
En Ecuador, el 38 % de los considerados desempleados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) hasta diciembre del 2019, el último indicador laboral publicado, tenía entre 15 y 24 años, es decir, eran de la generación Z. La tasa de desempleo en este grupo era del 9,3 % antes de la pandemia del COVID-19, más del doble de la media nacional (3,8 %).
Para el INEC, eran 116 960 centeniales desempleados en ese entonces, pero de la medición se excluye a la mayor parte de los 3 015 237 jóvenes cuyas edades oscilan entre 15 y 24 años, porque al no trabajar y no estar disponibles para hacerlo son parte de la denominada población económicamente inactiva.
“Debemos tener claro que las cifras oficiales de desempleo, previo a la pandemia, nos ubicaban como uno de los países de la región con la tasa más baja, aunque dichos resultados son el reflejo de un método de cálculo en el que la inclusión de nuevas categorías disminuye el porcentaje de quienes se catalogan como desempleados específicamente”, indica Tatiana Macías Muentes, profesora de Economía de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).
Laura tiene 19 años. Al comenzar el 2020 estaba feliz, pues había conseguido un trabajo en una empresa de comunicación.
Sin embargo, en abril pasado, cuando el pico de la pandemia estremeció a Guayaquil, le notificaron de su despido mediante un correo en el que le dijeron que las condiciones ocasionadas por el coronavirus motivaron su desvinculación. Ahora busca empleo.
Ella y su mamá generaban los únicos ingresos. Actualmente las dos preparan postres que venden por redes sociales y así tienen al menos “para la comida”. “Vi las cifras que publicó el Banco Central. Se estima que a finales de año habrá algo más de 700 000 desempleados, creo que serán más. El futuro es negro. Tengo que seguir estudiando y tratar de especializarme en algo en el camino”, indica.
En una situación parecida está Íngrid, de 19 años, quien pasó de laborar 20 días del mes en una encuestadora antes de la pandemia a 8 días ahora. “Ya no me llaman tan seguido, ganaba $20 por cada día que laboraba y no tengo afiliación social”.
En la búsqueda de empleo se ha percatado de un obstáculo. “Siempre me dicen que me falta experiencia laboral”. Ella dejó la carrera de derecho en una universidad privada porque no puede cubrir ese gasto.
Macías señala que “la falta de años laborando es un paradigma” que se debe ir derrumbando. “No se puede descartar un perfil con potencial por no tener muchos ítems en dicha categoría del CV (currículum vitae). Claro, no se puede generalizar, existen múltiples organizaciones que le apuestan a este sector de la población e incluso plantean programas de entrenamiento para la posterior contratación. Sin duda, necesitamos más directivos y programas empresariales que estén dispuestos a apostar por este nuevo capital humano con ideas modernas, deseosos de aprender y contribuir”.
La coordinadora de la carrera de Psicología de la USFQ, Mariel Paz y Miño, afirma que los centeniales y mileniales son generaciones más conectadas con el presente. “Son una población que va mucho al psicólogo y que cree en los talleres de bienestar y capacitación que mejoran su calidad de salud mental”.
Ante la frustración de no conseguir un empleo, agrega Paz y Miño, les queda incursionar en emprendimientos, pero la pandemia ha provocado un cambio radical en los estilos de vida.
“Siempre hemos dicho que es la generación que más sabe de tecnología y de redes sociales (cuyo uso ha aumentado en medio del confinamiento por la pandemia), pero increíblemente en algunas encuestas recientes encontramos que son los que más depresivos se sienten, entonces lo que valoran es la conexión y el impacto que pueden lograr con la cercanía física”, dice.
Esta conclusión de mayores niveles de ansiedad entre los que tienen entre 18 y 36 años se derivó de 3879 encuestas online realizadas por la USFQ y la Escuela Politécnica Nacional en marzo y abril en el país.
Hugo Baque, de 19 años, siente frustración al no encontrar empleo tras aplicar en nueve empresas en lo que va de la pandemia. “En las entrevistas no me dan razones, solo me dicen que ellos me llaman, pero sé que no me escogen porque nunca lo hacen, no nos dan la oportunidad”, dice.
Nota Original: El Universo – LINK