El ataque de las tropas estadounidenses se produjo en la provincia oriental de Nangarhar, donde la formación yihadista tiene su bastión en Afganistán, informó en un comunicado la misión de la OTAN en el país asiático, «Apoyo Decidido».
«Estados Unidos y sus aliados están en Afganistán para mantener la presión sobre los terroristas transregionales, que pertenecen a redes y que están intentando planear, proporcionar recursos y atacar directamente desde aquí», afirmó el comandante de las fuerzas de EE.UU. y la OTAN, general Scott Miller.
El alto mando, que asumió hoy la comandancia de las tropas internacionales de manos de John Nicholson, aseveró que esta es una parte «vital» del rol aliado para lograr una solución de seguridad en Afganistán, según la nota.
Un día después del bombardeo el 25 de agosto, la principal agencia de inteligencia afgana, el Directorio Nacional de Seguridad (NDS, en inglés), ya había dado por muerto al líder del Estado Islámico.
Orakzai es el tercer emir del EI fallecido en ataques de EE.UU. desde julio de 2016.
En abril de 2017 murió el antiguo jefe del EI en Afganistán, Abdul Hasib, en una operación de las fuerzas afganas y de EEUU en Nangarhar, tres semanas después de que Washington lanzase en la zona una de las bombas más potentes de su arsenal convencional con el objetivo de destruir uno de los últimos bastiones del EI.
Apenas nueve meses antes, en julio de 2016, el anterior líder del grupo, Hafiz Sayed Khan, falleció en un bombardeo estadounidense también en Nangarhar.
Desde 2015, cuando los yihadistas irrumpieron en Afganistán, y aunque las autoridades han afirmado en diversas ocasiones que han reducido su presencia a unas pocas zonas remotas, la formación ha reclamado algunos de los atentados más sangrientos en el país.
Fuente: EFE