Los últimos femicidios se registraron en Manabí y Sucumbíos hace más de una semana. En Manta, una mujer murió dentro de un taxi baleada y su hija resultó gravemente herida. Su pareja se mató luego.
Al día siguiente, Karen V., de 31 años, también fue baleada en Shushufindi. El crimen ocurrió en casa de la pareja mientras la hija de 14 años de ambos dormía. Luego, el femicida también se suicidó.
Ambos casos elevaron la cifra a 101 femicidios a nivel nacional, pero más que el escalofriante número, estos casos destapan una situación lamentable a la que se enfrentan los hijos que quedan huérfanos y para los que el Gobierno decretó la entrega de un bono.
Esa ayuda económica no va a llegar a las niñas que quedaron sin padres en los últimos casos, pues para que ese beneficio estatal se otorgue debe haber una sentencia ejecutoriada.
En la mayoría de los casos toma años hasta capturar al culpable y que el juicio llegue a su fin o nunca se logra y pues existen casos en los que el femicida se suicida y no hay una investigación judicial.
“En la mayoría de los casos los menores quedan desamparados”, indica Geraldine Guerra, del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam). Ella es psicóloga y ha trabajado de cerca con los menores.
Solo este año, 16 femicidas se quitaron la vida tras cometer los crímenes. Hay un registro de 98 menores de edad que han perdido a sus madres.
Este miércoles 25 de noviembre, en el Día Internacional Contra la Violencia de Género, muchas organizaciones y fundaciones han sincerado cifras y realizan eventos para recordar algunos de los casos más espeluznantes.
Por ejemplo, los colectivos de la sociedad civil registran 833 casos desde que en el 2014 se tipificó el delito en el Código Orgánico Integral Penal.
La provincia donde más casos se registran históricamente es Guayas, este año lleva 26 femicidios, seguida de Pichincha con 19 y Manabí con 10.
En el 66,3 % de los casos, los feminicidas eran las parejas o exparejas de las víctimas y el 7,9 % fueron los propios padres o padrastros.
De enero a marzo de 2020, el 911 recibió más de 70.000 llamadas de emergencia por violencia dentro del ámbito familiar: mujeres encerradas en clósets, escondidas bajo la cama llamaron pidiendo auxilio. Otras chateaban con las psicólogas de las fundaciones, pedían en clave que dijeran cómo estaban y si las habían golpeado.
Desde el inicio de la pandemia han ocurrido 82 femicidios, 59 durante el periodo más estricto de confinamiento (del 16 de marzo al 14 de septiembre).
De las 101 víctimas, casi la mitad corresponde a mujeres jóvenes adultas, es decir, tenían entre 25 y 39 años.
Además, el 14,9 % de los casos corresponde de niñas y adolescentes. Hay seis casos de niñas menores a 5 años que han sido víctimas de femicidios a manos de sus padres y/o padrastros. Cuatro murieron por golpes, una ahorcada y la otra tras ser abusada sexualmente.
En los primeros 16 días de noviembre los colectivos ciudadanos registraron 11 femicidios, un caso cada 1,5 días. De mantenerse esta tendencia, para finalizar el 2020, 15 mujeres más podrían ser víctimas de la violencia extrema.
Según la Fiscalía, el 47 % de las fallecidas fueron acuchilladas, el 13 % baleadas, el 12 % ahorcadas y el 6 % golpeadas hasta la muerte.
La organización Plan Internacional realizó un estudio en Ecuador. Nueve de cada diez entrevistadas dijeron haber enfrentado amenazas de violencia sexual a través de internet, lo que ha causado baja autoestima (23 %), estrés psicológico o emocional (20 %), sensación de inseguridad física (17 %). (I)
Nota Original: El Universo – LINK