Uno de los combatientes más sanguinarios de las disidencias de las FARC, los guerrilleros que no se acogieron a la paz en Colombia y continúan escondidos en el monte, ha muerto este domingo en la frontera venezolana víctima de una emboscada. Hernán Darío Velásquez, alias El Paisa, era buscado por crímenes de lesa humanidad, como el atentado con coche bomba perpetrado en el club El Nogal, en Bogotá, en el que murieron 36 personas.
Según las primeras hipótesis, un comando armado lo atacó por sorpresa con ráfagas de fusil y granadas. Estados Unidos ofrecía 10 millones de dólares de recompensa por su cabeza.
El servicio de inteligencia colombiano filtró la información de su muerte, aunque no ha sido confirmada oficialmente por las autoridades. El presidente Iván Duque se refirió anoche al suceso: “La información que hay es que ese hombre salió de circulación”. El Paisa fue atacado en el Estado de Apure, en suelo venezolano, donde las disidencias y grupos criminales pelean por el territorio y el control del tráfico de cocaína.
‘El Paisa’ fue uno de esos miles de guerrilleros que en un primer momento se acogieron al proceso de paz que firmó el presidente Juan Manuel Santos y las FARC en 2016. Empezaba una nueva vida después de haber cometido crímenes atroces. Pasó dos años como coordinador de un programa de reinserción de combatientes en la vida civil, aunque no debía estar demasiado convencido de su tarea. Desapareció de la noche a la mañana. Se le volvió a ver en un vídeo de 2019 con otro comandante de la guerrilla, Iván Márquez, en el que se anunciaba la creación de la Segunda Marquetalia, una escisión de la guerrilla que se negaba a deponer las armas.
Márquez es un teórico, un político apegado a las doctrinas del marxismo-leninismo. El Paisa ponía la fuerza bruta. Su desaparición deja muy tocado al grupo criminal.
Su asesinato se ha producido en circunstancias similares a la de otro de sus compañeros, Jesús Santrich, un combatiente ciego. Las autoridades también ofrecían una recompensa muy alta por su aprehensión. En mayo, unos hombres armados lo emboscaron y acabaron con su vida en la frontera con Venezuela. La cortaron el dedo de una mano para cobrar la recompensa.
Las autoridades colombianas guardaron silencio sobre su muerte, pese a ser uno de los criminales más buscados del país, pero el propio grupo disidente confirmó la noticia a través de su página web y publicó un vídeo de homenaje en su memoria con música celestial de fondo.
Esa parte de la frontera entre Colombia y Venezuela se puede considerar un territorio de guerra. De acuerdo a analistas locales, la Segunda Marquetalia, a la que pertenecían el Paisa y Santrich, se enfrenta a otro grupo disidente de las Farc, el que comanda Gentil Duarte, el delincuente más perseguido de Colombia. Desde ese punto se controla el envío de cocaína a Centroamérica, donde se le vende a los carteles de la droga mexicanos.
En ese terreno también es fuerte el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo que se ha negado a desmovilizarse. El Ejército venezolano, según los analistas, combate al ELN y a los hombres de Gentil Duarte, pero mantiene relaciones con la Segunda Marquetalia. Se sospecha, además, que soldados colombianos de operaciones especiales hacen incursiones en territorio venezolano para perpetrar misiones secretas. Solo tienen que cruzar un pequeño río. La gente que vive en esta zona tiene una identidad mixta, colombovenezolana. No son ni de un sitio ni de otro, sino de los dos.
En los últimos meses, muchos de ellos han tenido que refugiarse en otros lugares para huir de este conflicto de baja intensidad.
El Paisa renegó de la vida civil, prefirió una vida de bandido en la selva. Quizá la única que conocía. Allí encontró la muerte el domingo, por sorpresa. “Eso le sirve a Colombia”, concluyó con frialdad el presidente Duque.
Fuente: El País- Nota original: LINK