Berlín ha logrado reducir su dependencia energética antes de lo previsto y prevé acordar un periodo de transición con el resto de socios, entre los que todavía hay reticencias.

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El embargo europeo al petróleo ruso está cada vez más cerca. Alemania, la mayor economía comunitaria y hasta ahora uno de los socios más reticentes, ha cambiado de opinión. Berlín apoyará la inclusión del petróleo en el sexto paquete de sanciones que prepara la Unión Europea y que puede aprobarse esta misma semana.

Bruselas contaría así con la respuesta contundente que anhelaba tras el último desafío del presidente ruso, Vladímir Putin, a los Veintisiente: el corte del suministro de gas a Polonia y Bulgaria por su negativa a pagar en rublos.

La prohibición de las importaciones de crudo ruso se prevé que sea gradual, con un periodo de transición, como ocurrió con el embargo al carbón. A principios de abril, al poco de conocerse las escalofriantes atrocidades en la localidad ucrania de Bucha, los socios comunitarios acordaron un quinto paquete de represalias que, por primera vez, atacaba a la energía rusa, la mina de oro de Moscú.

Ya entonces las negociaciones evidenciaron las primeras grietas en la unidad de los Veintisiete. El acuerdo salió adelante, entre otras cosas, porque aceptaron la moratoria de cuatro meses que exigía Alemania para que le diera tiempo a desenganchar sus centrales térmicas del carbón ruso.

Salvado el principal escollo —el sí de una Alemania hasta ahora reacia a poner sobre la mesa el petróleo— las dificultades se concentrarán en otros socios como Italia, Austria, Grecia y Eslovaquia. Los cuatro manifestaron sus reticencias en una reunión celebrada la semana pasada, según publica el Frankfurter Allgemeine, que ha accedido a las actas del encuentro. Hungría directamente expresó su oposición.

La alta dependencia del crudo ruso y el miedo a un aumento de los precios que se traslade a la población son los principales motivos de los países aparentemente contrarios al embargo.

El giro de Berlín supuso un golpe de efecto que pilló por sorpresa a muchos socios, pero el Gobierno de coalición del socialdemócrata Olaf Scholz ya había dejado caer alguna pista. El ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, aseguró en una visita a Varsovia la semana pasada que el embargo al petróleo era “manejable”.

Al día siguiente, el portavoz del Gobierno tuvo que aclarar que eso no quería decir que Alemania pudiera prescindir del crudo de la noche a la mañana. Pero sí dentro de unos meses, quizá bastantes menos de los que al principio habían calculado los expertos, que apostaban por finales de año para dejar de pagar a Putin por el crudo ruso.

Las gestiones de Habeck para buscar alternativas han surtido efecto. Cuando Moscú lanzó la invasión, Alemania importaba el 35% del petróleo de Rusia. Dos meses después, ese porcentaje ha bajado al 12%. Las empresas importadoras han conseguido cerrar tratos con otros proveedores.

Queda un único agujero negro: la refinería de Schwedt, en el Estado oriental de Brandeburgo, que funciona con el tipo de crudo que exporta Rusia y donde no hay incentivos para buscar sustitutos: la propiedad mayoritaria está en manos de Rosneft, la petrolera estatal rusa.

Alemania no podrá independizarse de Moscú mientras Schwedt, una ciudad de 35.000 habitantes de la antigua RDA donde la refinería es el mayor empleador, siga conectada al oleoducto que le bombea crudo directamente desde Rusia. El tubo se llama Druzhba, amistad en ruso, y es uno de los más largos y de mayor capacidad del mundo. El ministro Habeck ha sugerido que el Gobierno puede llegar a tomar el control de la refinería, como hizo el mes pasado con la filial alemana de la gasista estatal rusa Gazprom.

Fuente: El País – Nota original: LINK