La densa capa de nubes que en esta época cubre la zona del Tungurahua ha hecho difícil observar el comportamiento superficial del coloso, aunque por momentos deja ver las exhalaciones de gas y ceniza que salen de su cráter.
El Tungurahua se encuentra en proceso de erupción desde 1999 y desde entonces ha intercalado lapsos de calma con periodos intensos de actividad, como el que mantiene desde hace cuatro días, cuando un enjambre de sismos de tipo vulcano tectónicos dio paso a explosiones y emisiones constantes de ceniza y gases.
Los vecinos del coloso, que han convivido con él en este estado por más de 16 años, mantienen la calma ante sus rugidos y continúan con sus labores habituales, aunque siempre pendientes a las alertas y avisos de las autoridades.
Segundo es un campesino de la zona de San Francisco de Huambaló, una comunidad situada al noroeste del volcán, que cuenta a los curiosos que llegan hasta su sector para ver al Tungurahua en acción cómo con sus amigos se han recorrido los alrededores para ubicar los mejores miradores.
«De aquí -dice- se ve bien al volcán cuando está despejado, pero hay otros sitios mejores», que conoce por los recorridos que ha hecho durante años con sus amigos de la localidad. Montan una motocicleta y van por diferentes sitios.
«Ahora está bravo», confiesa Segundo y al instante se escucha un bramido fuerte del Tungurahua, como para recordar que está ahí, detrás de las nubes.
«A veces cae ceniza por aquí, pero más (de ese material) se va para el otro lado», para el suroeste de la montaña, a lugares como Pillate, Choglontus o Palitahua, añade el joven campesino.
Pese a que parece habituado a soportar las rabietas del volcán, Segundo sabe que si aumentara de forma peligrosa la actividad, debe estar atento a la información de las autoridades y en contacto con sus familiares y amigos que viven en zonas más cercanas.
El Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional es el organismo encargado de vigilar permanentemente al Tungurahua y desde la estación «Guadalupe», a unos diez kilómetros del coloso, los técnicos del organismo monitorean e informan sobre la situación en la montaña.
Modernos y algunos viejos equipos adornan la sala del observatorio del IG en el valle de Guadalupe, desde donde se tiene línea de visión directa con el cráter del Tungurahua.
Francisco Vásconez, jefe de turno en dicho observatorio, dijo a Efe que el Instituto Geofísico, respecto a la última reactivación del volcán, maneja «dos escenarios» posibles.
La primera probabilidad, señaló Vásconez, es que se mantengan las explosiones y emisiones de ceniza durante algunos días, acompañadas de explosiones de intensidad moderada o baja.
Ello porque algunas mediciones que han hecho los especialistas del IG, han logrado determinar que la actual activación corresponde a un cuerpo de magma que, aparentemente, quedó como remanente desde noviembre pasado, cuando se presentó otro pulso explosivo.
Lo más probable es que ese cuerpo remanente de magma, alojado en una especie de bolsa rocosa en el edificio volcánico, se vaya desgastando con frecuentes emisiones de ceniza y explosiones.
El segundo escenario, «menos probable» según Vásconez, es que se produzca una eventual inyección de nuevo magma desde las profundidades y ello potencie la actividad eruptiva de la montaña.
Para el técnico del IG, sólo la vigilancia constante del volcán Tungurahua, un cono casi perfecto de 5.016 metros sobre el nivel del mar, dará luces para determinar su evolución futura.