A finales de los 50, los quiteños iniciaron la tradición para festejar a la capital y, a lo largo de los años, las costumbres han cambiado. Para el historiador, Carlos Garrido, tres hitos marcaron las fiestas de la ciudad.
El primero, cuando su fundamentaron las tradiciones de la quiteñidad; la segunda cuando se instalaron las corridas de toro, y promocionaron turísticamente a la capital. Finalmente, la tercera se refiere al periodo post-corridas de toro, en el que la ciudadanía adecuó sus tradiciones para los festejos.
Por ejemplo, las verbenas evidenciadas desde hace 35 o 40 años y los bailes en las calles, se perdieron. Ahora, Garrido señaló que la dinámica se centró en chivas y eventos reducidos, basados en un hito histórico: el boom petrolero.
Explicó que, a partir de este momento, se marcaron las clases económicas y la ciudad se expuso a una “explosión demográfica” que derivó en una “quiteñidad dispersa” en la que los habitantes de la capital del norte, valle, centro y sur, adoptaron distintas formas de celebrar las fiestas.
Para Garrido, el único punto que no sufrió cambios es el Centro Histórico. Precisó que entre los 70 y 80, no existía una conversación en torno al Patrimonio cultural y la conservación que, ahora, se ha centrado en la preservación del centro.
“El Centro Histórico nos ha sostenido en el tiempo”, dijo.
Por otro lado, se refirió a la presencia política de los quiteños en el escenario nacional. Recordó que, ahora, Quito y Guayaquil se convirtieron en las ciudades donde se concentra el poder político y económico. Sin embargo, consideró que el quiteño continúa siendo un actor político, cuyos comportamientos cambiaron de movilizaciones a redes sociales.
“El quiteño sigue siendo un sujeto político (…) van cambiando las formas de quiteñidad por la modernidad”, sostuvo.
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