La llegada de Lula provocó un estallido de júbilo entre los manifestantes, en su inmensa mayoría vistiendo camisetas rojas y coreando a viva voz que no habrá golpe, según imágenes mostradas por la televisión nacional.
«No vamos a aceptar que haya un golpe en este país», lanzó el exdirigente sindical, nombrado esta semana jefe de gabinete e investigado por presunta corrupción. Además de Sao Paulo, las calles de Rio de Janeiro, Brasilia y varias ciudades del noreste se llenaron de simpatizantes oficialistas que portaban banderas rojas del Partido de los Trabajadores (PT) y pancartas de apoyo a la presidenta Dilma Rousseff.
Los actos en defensa de la democracia, contra el ‘impeachment’ de la mandatario y por la adopción de cambios en la política económica, fueron organizados en todo el país por el Frente Brasil Popular, que confirmó la participación de más de 60 movimientos, organizaciones sindicales y sectores de la izquierda en los actos.
Entre los participantes en la marcha en Sao Paulo estuvieron el presidente nacional de la Central Unica de Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, quien declaró al diario Brasil de Fato que éste era un acto de todos los brasileños y no de un sector o una clase social.
Freitas denunció que en Brasil se está construyendo una dictadura de toga y fraguándose un golpe contra la democracia, algo que ocurre siempre que los trabajadores conquistan derechos, acotó. También expresó su opinión el director nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), Gilmar Mauro, quien dijo estar preocupado con la situación política brasileña, ante la incitación por parte de algunos grupos (de la derecha) a la violencia.
Nosotros queremos decir con mucha tranquilidad que a la clase trabajadora no le interesa la guerra, porque va a ser la más perjudicada como siempre, señaló antes de advertir que si es necesario volver a salir a las calles para defender la democracia lo harán. Las demostraciones de este viernes tienen lugar en un crispado escenario político y cuando crecen las divergencias entre los poderes Ejecutivo y Judicial. Los desacuerdos cobraron fuerza el pasado miércoles, cuando tras anunciarse el nombramiento de Lula como nuevo -jefe de la Casa Civil, el juez Sergio Moro, quien mueve los hilos de la cuestionada operación anticorrupción Lava Jato, filtró escuchas interceptadas de forma ilegal en el teléfono de la mandataria Dilma Rousseff.
La divulgación de las conversaciones fue una acción relámpago con la cual Moro quiso causar daño antes de perder el control, consideró Kennedy Alencar, un reconocido analista brasileño, quien advirtió además lo peligroso que resulta cuando un letrado actúa políticamente.
Según Alencar, la exposición de un material de esa naturaleza, sin una decisión judicial ni un proceso donde Lula esté acusado, es una forma de juicio sumario, de ajusticiamiento.