El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, y el primer ministro, Matteo Renzi, asisten hoy en Ascoli Piceno (centro) al funeral por las víctimas del terremoto del miércoles en el centro del país. Ambos, acompañados por otras autoridades estatales, regionales y políticos, participan desde las 11.25 en el acto organizado en un polideportivo adyacente al Hospital Mazzoni de esa localidad de la región de Las Marcas donde se han dispuesto los féretros con los cuerpos de 35 de los 290 fallecidos.
El acto, el primero oficial y que se celebra mientras Italia está en luto nacional por la catástrofe del pasado 24 de agosto, se produce mientras se conoce que un nuevo recuento provisional de víctimas eleva ya a 290 los muertos por el seísmo. La mayor parte de los fallecidos, 230, se han registrado en Amatrice, en la región del Lacio, a unos 140 kilómetros al noreste de Roma y que fue la localidad más afectada por el terremoto de magnitud 6 en la escala de Richter.
El funeral de Estado está presidido por el obispo de Ascoli Piceno, Giovanni D’Ercole, y asisten a él familiares de las víctimas y algunos de los miles de personas que participan en las labores de rescate y asistencia a los damnificados. D’Ercole pronunció los nombres de 35 de los fallecidos por quienes fue organizada hoy esta ceremonia religiosa, durante la que se pudo apreciar los rostros emocionados tanto de Renzi como de su esposa, Agnese Landini.
El obispo, en su homilía, aseguró que los campanarios de las localidades golpeadas por el terremoto «se han caído, no suenan más», pero aseguró: «volverán a tocar, recuperarán el sonido de la mañana de la Pascua». «No tengáis miedo de gritar vuestro sufrimiento, pero no perdáis el valor. Juntos reconstruiremos nuestras casas e iglesias», dijo el obispo en este funeral religioso con participación de las altas instancias del Estado y en el que se vio comulgar al primer ministro Renzi.
Durante el acto algunos de los familiares heridos por el seísmo asistieron en las primeras filas junto a los féretros con los cuerpos de los fallecidos y otros siguieron la ceremonia sentados en el suelo abrazados a los ataúdes.