El 24 de noviembre de 2016 el gobierno de Juan Manuel Santos estrechó definitivamente la mano del líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, para sellar el acuerdo de paz final con esta guerrilla que ha operado en Colombia desde hace 52 años.
Dos meses antes, el 26 de septiembre se firmó en Cartagena de Indias un primer acuerdo, en una llamativa ceremonia a la que asistieron, entre otros, varias personalidades internacionales.
La fiesta por esa firma se opacó seis días después, cuando en el plebiscito realizado el 2 de octubre, el NO ganó con apenas el 50,2 % de los votos, por considerar que no castigaría los delitos de lesa humanidad cometidos por los guerrilleros y dejando a casi la mitad de los colombianos sumidos en lágrimas e incertidumbre.
No obstante, el presidente Santos llamó a un diálogo a la oposición para acoger sus sugerencias y elaborar un nuevo texto más satisfactorio para todas las partes. Sus esfuerzos le hicieron acreedor al Premio Nobel de Paz, reconocimiento que elevó la esperanza de que Colombia alcance por fin la Paz interna.
Sin embargo, el documento final, que surgió tras cuatro años de negociaciones, tampoco satisface a los partidarios del NO, entre ellos al expresidente Álvaro Uribe.
Rechazan que los ex guerrilleros participen en política mientras tengan procesos judiciales pendientes.
A pesar de ello, el gobierno colombiano y las FARC firmaron un acuerdo definitivo y sellaron la tan anhelada paz. Rodrigo Londoño resumió así este nuevo desafío.
La Corte Constitucional también se ha pronunciado sobre el tema, aclarando que la implementación de las reformas en materia de amnistía, reforma rural y participación política se hará paulatinamente y tomará tiempo.