Los supervivientes del alud que arrasó buena parte de la ciudad colombiana de Mocoa continúan enterrando a sus muertos entre críticas a las autoridades por la lentitud en la identificación de cadáveres, mientras crece la preocupación de los vecinos por los alimentos que escasean y el agua que no vuelve.
Desde primera hora del día varias personas esperan a las puertas del Parque Cementerio Normandía, en cuyo interior decenas de cuerpos se agolpan a la espera de una verificación de su identidad por parte de Medicina Legal. Entre ellos se multiplican las críticas por los retrasos ya que consideran que con la identificación visual de los familiares es suficiente en una tragedia que ya cuenta más de 300 víctimas mortales y más de 200 heridos.
A eso se suma que los cuerpos se descomponen y el fétido olor ya se expande por buena parte de la ciudad, donde llevar máscaras tapabocas es imprescindible.
El director del Instituto de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, dijo el lunes que esa entidad «tiene la necesidad de identificar plenamente los cuerpos» de los fallecidos que, según el último dato oficial son más de 300. Esa cifra presumiblemente aumentará, ya que el número de desaparecidos, aunque todavía no confirmado, se presume muy elevado.
Y es que pasados tres días desde una catástrofe es cuando se reducen «casi a cero» las expectativa de encontrar a sobrevivientes con vida, según comentan los rescatistas que, inasequibles al desaliento, siguen trabajando con el fin de dar a los parientes un cuerpo al que velar. Ellos son la cara heroica de la tragedia que comenzó al filo de la medianoche del pasado viernes, cuando las lluvias torrenciales desataron la furia de los ríos Sangoyaco y Mulato, afluentes del Mocoa, que provocaron la avalancha.
El otro gran problema que asume la selvática ciudad de más de 50.000 habitantes, capital del sureño departamento de Putumayo, es el riesgo del desabastecimiento, ya que los alimentos comienzan a escasear y los comercios y establecimientos acuden a sus reservas.
La jornada tuvo su momento más sentido en la iglesia catedral de San Miguel Arcángel, un templo en el que el presidente Juan Manuel Santos y su ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, que será la cabeza responsable de la reconstrucción de Mocoa, acompañaron el sepelio de algunas víctimas. A ese renacer apelan los supervivientes que, en un ejercicio de tenacidad digna de elogio, ya piensan en salir adelante.
La vida comienza a abrirse paso en Mocoa y ya algunas tiendas funcionan por unas horas para atender las necesidades de los vecinos, unos pocos taxis vuelven a circular mientras las campanas de San Miguel Arcángel todavía doblan a muerto.