“La respuesta latinoamericana fue formidable, y esto es integración; no solamente bonitas palabras, sino realmente en el momento de mayor necesidad de un país como Ecuador, nuestros vecinos movilizándose”, señaló Long desde la provincia de Manabí, la más azotada por el movimiento telúrico que obligó a decretar el estado de excepción.
“Estamos muy agradecidos por eso”, afirmó al referirse a la cooperación internacional luego del sismo que, hasta ahora, causó la muerte de 587 personas, heridas a otras 8.340 y la desaparición de otras 153, además de daños materiales cuantiosos.
Dijo que “lo más importante es que la comunidad internacional entienda que esto es el inicio. Pronto vamos a dejar de ser portada en los periódicos pero la ayuda y cooperación seguirá siendo necesaria para los sobrevivientes”, puntualizó al señalar que en las tres fases del proceso (rescate, atención a damnificados y reconstrucción) se requiere ayuda internacional.
El titular de la Cancillería explicó que se recibieron más de 1.200 rescatistas de cerca de 25 países, en un primero momento, para intentar sacar la mayor cantidad de personas bajo los escombros, pero ahora corresponde una segunda fase en la cual se necesitará de otro tipo de ayuda.
“Ya no (necesitaremos) tantos rescatistas, sino todo el material humanitario para poder ayudar a los más de 25.000 personas damnificadas; más bien estoy hablando con los cancilleres de la región para que nos ayuden con carpas camas, con comida, agua, todo lo que signifique vivir en campamentos semi permanentes mientras vaya organizándose la reconstrucción, y el rol de la cancillería es conseguir apoyo internacional”, indicó.
En esta jornada, el jefe de la diplomacia ecuatoriana recorrió zonas manabitas afectadas junto a representantes de organismos internacionales del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA): Stefano Porreti, director de Emergencias; Kyungnan Park, representante en Ecuador y Miguel Barreto, director Regional.
Long visitó la parroquia Tarqui, en Manta, donde conversó con los ciudadanos que trabajaban como comerciantes en el mercado que se derrumbó tras el terremoto.