El Congreso, en el centro de Asunción, fue el epicentro de las protestas, en una jornada de disturbios y violencia que se cerró con decenas de heridos, más de 200 detenidos, y un joven militante opositor fallecido cuando la policía ingresó en la sede del Partido Liberal, donde militaba.
Las instalaciones del subsuelo, primera y segunda planta de la Cámara de Senadores fueron las más dañadas por el incendio, mientras que la sala bicameral y las instalaciones de Diputados no fueron alcanzadas por las llamas.
Se observa al entrar a la Cámara Alta, donde el escáner y los detectores de metales que antes custodiaban el ingreso al edificio, ahora yacen quemados en las escalinatas de acceso, entre acreditaciones para visitantes medio chamuscadas y montañas de cenizas que una vez fueron documentos.
A un lado, una peana de madera ennegrecida de humo hace las veces de «Oficina de información ciudadana», mientras el suelo cruje, recubierto de los vidrios de las cristaleras hechas añicos que hasta hace diez días formaban parte de las paredes de espejo del Palacio Legislativo.
Algunos funcionarios, acompañados del personal de seguridad, acuden a buscar entre los escombros de lo que fue la mesa de entrada del Senado, con la esperanza de rescatar de este cementerio legislativo algún bibliorato con datos preciados.
Mientras, varios peritos evalúan los daños en las estructuras y equipamiento del edificio, que se encuentra protegido por una póliza de seguros, según dijo a Efe una fuente del personal de seguridad del Congreso.
Dos fotocopiadoras completamente calcinadas, y varias sillas transformadas en un amasijo de hierros completan el cuadro en la sala de copiado.
En esta habitación, el suelo está alfombrado de actas de sesiones y proyectos legislativos, que hoy son papel mojado por las goteras que caen, incesantes, de los destrozados conductos de refrigeración ocultos en el falso techo.
«Cuidado con el cielorraso (falso techo), se está cayendo a pedazos», advierte un guardia de seguridad, mientras en lo que queda del techo de la primera planta del Senado se abre un cráter del que penden cables pelados y lámparas derretidas por el fuego.
Los pasillos de la Cámara Alta lucen casi irreconocibles, con las paredes tapizadas de hollín y un penetrante olor a quemado que recuerda el reciente desastre.
En las siniestradas oficinas de los senadores, el panorama no es más alentador: las computadoras están destrozadas por los golpes, y los cajones de los escritorios quedaron boca abajo, arrasados por un vendaval de saqueadores.
Pese a ese escenario, en el interior del Congreso paraguayo no se registraron daños humanos cuando un grupo de manifestantes armados con piedras, petardos y combustibles irrumpieron en la sede legislativa.
Por estos hechos fueron imputadas este fin de semana un total de 16 personas, acusadas de perturbación a la paz pública, y una de ellas por hurto agravado, al haber sustraído presuntamente un televisor del interior del Congreso.
El edificio estuvo lacrado desde el 31 de marzo hasta el pasado 4 de abril, cuando una comitiva de fiscales, peritos arquitectos y expertos del laboratorio forense de la Fiscalía terminaron de colectar evidencias y analizar los daños en el lugar.
Los disturbios se trasladaron después a las calles del centro de Asunción, donde la intervención de la policía dejó decenas de heridos y más de 200 detenidos.
Posteriormente murió Rodrigo Quintana, de 25 años, supuestamente abatido por la policía, que entró por la fuerza a la sede del Partido Liberal, en el que militaba la víctima, un hecho que sigue bajo investigación.
El germen de las protestas fue la aprobación por parte de 25 senadores de una enmienda constitucional para la reelección presidencial, que persiguen tanto el actual mandatario, Horacio Cartes, como el expresidente Fernando Lugo (2008-2012).