Del calor de la costa guerrerense pasó a la nieve de Minnesota, Estados Unidos. De una familia unida y numerosa, a la soledad de llegar a un país extraño donde se habla inglés, un idioma que no entiende. De la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, a buscar refugio en casas de personas desconocidas. Carmelo Ramírez Morales es el primer sobreviviente de Ayotzinapa que se ha visto obligado a dejar el país por amenazas y ahora pide asilo político a las autoridades estadounidenses.
“Llegué a fines de diciembre -dice a EL TELÉGRAFO vía telefónica desde Minnesota-. Tomar la decisión y salir fue triste, pero quienes me amenazaban ya estaban presionando a mi familia”. Tiene 20 años. Sobrevivió a los ataques de septiembre de 2014 en Iguala y es primo de uno de los 43 desaparecidos, Carlos Iván Ramírez Villarreal. Para resguardar su seguridad, por meses usó un nombre falso -Francisco Sánchez Nava-, “pero no sirvió”. Le llovieron amenazas desde que comenzó a dar testimonio público, desde que puso cuerpo y rostro a la denuncia.
“La primera vez fue cuando me invitaron a unas ruedas de prensa en Coahuila, en febrero de 2015. Me empezaron a mandar mensajes desde números desconocidos; decían que si no paraba (de denunciar), tanto yo como mi familia íbamos a sufrir consecuencias”. Luego notó que lo seguían en una central camionera de la Ciudad de México. Otra vez lo citaron en Chilpancingo y le exigían que fuera solo al encuentro, pero no accedió.
Por el contrario, acompañó a 3 padres de desaparecidos a realizar una caravana por Sudamérica, y en noviembre participó de otro viaje a Estados Unidos. Al retornar a México, relata: “le llamaron a mi hermana y le dijeron que tuvieran cuidado, que las cosas se habían salido de control, que ya me habían advertido y que ellos (su familia) iban a pagar las consecuencias de lo que hacía yo”. Después, “me siguieron llamando y me decían que me iban a matar. Me metían más miedo con mi familia, decían que iban a quemar la casa con todos dentro”.
Sus amigos le contaron entonces que a la cancha del pueblo, Cerro Gordo, estado de Guerrero, llegaban hombres desconocidos preguntando por la casa de la familia Ramírez Morales. Aunque nadie les dio seña, Carmelo recibió más llamadas amenazantes “y me daban detalles de cómo llegar a mi casa, sabían todo”. La certeza de que los suyos estaban en riesgo fue el detonante y partió rumbo a Estados Unidos gracias a la ayuda de un religioso cuyo nombre prefiere ocultar para proteger su seguridad. “Desde que estoy aquí ya no hay amenazas; cambié mi número de teléfono y toda mi familia también. Pero no estoy del todo tranquilo, aunque trabajo duro, mi mente no está bien porque mi familia todavía está en riesgo”, explica.