hats comunitarios, instalación de alarmas, brigadas de seguridad y contratación de guardias son algunas de las estrategias implementados en los barrios de Quito, para combatir la ola de delincuencia que enfrenta la ciudad. Son las 23:15 del miércoles 31 de agosto de 2022 y los moradores de la Ciudadela Teniente Hugo Ortiz, en el sur de Quito, se preparan para hacer una ‘ronda de seguridad’. Se trata de un recorrido por las calles del sector para vigilar que no haya delincuentes.
Son cinco personas, todos hombres, que portan toletes, gas pimienta y que, además, están acompañados de perros.
“Ya hemos agarrado a dos ladrones. Le soy sincero, les pegamos para que escarmienten y no vuelvan a robar. Después les entregamos a la Policía”, dice Ángel Bedón, uno de los integrantes de la brigada comunitaria. Reconoce que enfrentarse a la delincuencia es peligroso, “pero no tenemos otra opción porque la presencia policial es mínima”, agrega. En este barrio, la Unidad de Policía Comunitaria está abandonada y la Policía no cuenta con un plan para su rehabilitación.
Son cinco personas, todos hombres, que portan toletes, gas pimienta y que, además, están acompañados de perros.
“Ya hemos agarrado a dos ladrones. Le soy sincero, les pegamos para que escarmienten y no vuelvan a robar. Después les entregamos a la Policía”, dice Ángel Bedón, uno de los integrantes de la brigada comunitaria. Reconoce que enfrentarse a la delincuencia es peligroso, “pero no tenemos otra opción porque la presencia policial es mínima”, agrega. En este barrio, la Unidad de Policía Comunitaria está abandonada y la Policía no cuenta con un plan para su rehabilitación.
Ante el temor a ser atacados por la delincuencia y para aumentar la seguridad de las 135 familias del barrio, sus habitantes implementaron otra estrategia: instalaron cuatro cámaras de videovigilancia y dos alarmas comunitarias.
“Siempre hay personas encargadas de vigilar las cámaras. Cuando ven que hay presencia de sospechosos o si ocurre un delito, activan las alarmas y todos salimos para ver qué pasa”, dice Roberto Vargas, dirigente barrial.
Sostiene que esta estrategia ha ayudado a disminuir la delincuencia. Aunque “con ellos nunca se sabe y pueden regresar en cualquier momento”, expresa. Pero este barrio no es el único que ha desplegado estrategias de seguridad. Los habitantes del sector La Paz, en el valle de Los Chillos, también decidieron colocar alarmas comunitarias.
“Antes hacíamos recorridos, pero se volvió peligroso y ahora tenemos las sirenas para disuadir a los delincuentes”, dice Santiago Ayala, habitante del sector. Los entrevistados coinciden en que los actos delictivos en la ciudad se han incrementado en los últimos meses. Sus declaraciones están lejos de ser solo una percepción. Datos de la Fiscalía muestran que en el primer semestre de 2022 hubo 7.600 denuncias por robos en la capital, la cifra más alta desde 2019. El 49,1% de estos delitos se cometieron en las noches y en las madrugadas
Chats comunitarios y guardias
Los habitantes del barrio La Moya, en el suroriente de Quito, crearon un chat comunitario para alertar de robos y de posibles delitos que ocurren el sector. En este grupo también participa la Policía Nacional. Cuando hay una emergencia, una pelea o un delito, las personas lo denuncian en el chat y la Policía acude al lugar.
“No siempre llegan a tiempo, pero es la herramienta que tenemos”, dice Andrés Mena, habitante de este barrio. El martes 30 de agosto, Mena vio cómo un hombre agredía físicamente a una mujer que tenía a un bebé en sus brazos. Denunció el hecho en el chat y también llamó al número de emergencia 911. “Desde el ECU 911 me devolvieron la llamada para pedirme información del lugar, pero nunca supe si detuvieron al sujeto”, dice.
Este chat, según datos de la Policía, recibe más de 10 denuncias diarias. La mayoría son por personas sospechosas, robos y por presencia de bebedores callejeros. A dos kilómetros del barrio La Moya se encuentra La Armenia 1. Sus habitantes, cansados de ser víctimas de la delincuencia, contrataron a Luis Antonio Pérez como guardia de seguridad.
“Trabajé mucho tiempo como guardia en una empresa privada. Me despidieron y ahora doy seguridad en este sector”, dice El trabajo de Pérez no se limita únicamente a la seguridad, también realiza labores de conserje durante las 12 horas que dura su jornada laboral. Acompañado de un tolete y un silbato, que lo utiliza cada cinco minutos para anunciar su presencia, relata que este empleo le ha permitido cubrir las necesidades de su esposa y sus tres hijos. La Policía asegura que trabaja con el Municipio de Quito para la recuperación de 45 unidades comunitarias que actualmente no funcionan en la ciudad, con el objetivo de disminuir los índices delincuenciales.
Fuente: Nota Original – Primicias : LINK