Un día después de haber sufrido una monumental derrota en el Congreso que la coloca a una paso de perder el poder, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, compareció en Brasilia ante la prensa de su país para dar su opinión sobre el proceso de ‘impeachment’. Seria, con el gesto contenido, se refirió a la jornada vivida en la Cámara: “No vi en lo que se votó ningún crimen de responsabilidad contra mí. La Constitución ampara el ‘impeachment’, claro, pero lo ampara con ciertas causas determinadas. Tiene que existir lo que se denomina crimen de responsabilidad. Y aquí no hay”.
Rousseff se refiere a las irregularidades contables de las que le acusan, en concreto haber recurrido a préstamos de bancos públicos para enjugar el déficit presupuestario, una práctica que, a juicio de la presidenta, han llevado a cabo otros presidentes brasileños sin que les haya ocurrido nada nunca. Rousseff añadió que, en todo caso, estas prácticas no estaban destinadas a que ella se enriqueciera ilegalmente. Y añadió, en referencia al polémico presidente del Congreso, Eduardo Cunha, con millonarias cuentas sospechosas en el extranjero y encausado por la Fiscalía de lavar dinero y de aceptar sobornos: “Yo no tengo dinero en el exterior, no hay nada de eso contra mí”.
Después se refirió a su segundo enemigo declarado, el vicepresidente Michel Temer, del mismo partido que Cunha, el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), aliado de Rousseff antes, ahora proclive a un impeachment que le convertirá en Jefe del Estado: “En ninguna democracia del mundo respetan a un traidor”, sijo de él. Añadió que se siente injustamente tratada porque en los quince meses de su segundo mandato no ha podido gobernar “con estabilidad” debido a la hostilidad del Congreso, comandada por Cunha y, después, por el mismo Temer.
Tal vez el principal interrogante sobre Rousseff después de la votación del Congreso del domingo sea su disposición a aguantar, a resistir, a enfrentar un proceso que puede ser largo y que la puede apartar del poder durante 180 días mientras se le juzga y es reemplazada, precisamente, por el vicepresidente Temer. Otros expertos auguran que la presidenta renunciará si el Senado la destituye, aunque sea provisionalmente. Es difícil evitar el desgaste político que significa salir de la presidencia por la puerta de atrás, expulsada por el Congreso y el Senado, y permanecer fuera de él mientras su oponente Temer se convierte en presidente con todos los poderes, incluso el de nombrar ministros. Ella parece que lo tiene claro, con todo: “No comenzó el fin. Estamos al principio de la lucha. Tengo ánimo, fuerza y coraje suficientes como para enfrentar esta injusticia. No me voy a abatir”. A la cuestión de si es partidaria de convocar unas elecciones para salir de la crisis política que ahoga Brasil, lo que equivaldría a una forma de renuncia, respondió que no lo tiene aún estudiado.