Sobre la tierra estaban dispersos 17 casquillos de pistola de 9 mm. Ese hallazgo advertía a los agentes de la Policía colombiana que se encontraban en la escena del crimen.

Cortesía Grupo de Periodistas

El lugar parecía abandonado. A 100 metros, atravesando un terreno arenoso, serpenteaba el río Mira. El GPS señalaba que ese era el sitio correcto y que ahí estaban sepultados los cuerpos de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra. A las 14:00 del 20 de junio pasado, los uniformados habían llegado a Los Cocos, un poblado en la región del Alto Mira, ubicada cerca de la frontera con Ecuador.

Estos detalles, que reposan en la Fiscalía de ese país, fueron proporcionados por un informante que ahora está detenido y era parte del Frente Óliver Sinisterra. Esa persona incluso advirtió sobre la instalación de bombas antipersonales alrededor de las fosas. Hasta las 17:00 de ese primer día ningún escáner de detección de metales localizó los artefactos ni los cuerpos de los trabajadores de este Diario, que fueron secuestrados en Mataje, territorio ecuatoriano, el 26 de marzo pasado.

Documentos judiciales detallan cómo los trabajos para rescatar los restos continuaron al día siguiente, el 21 de junio. A las 06:45, un equipo de expertos en explosivos, arqueología forense y criminalística arribó de nuevo a Los Cocos, en dos helicópteros estatales. La primera mina se halló a las 09:00, enterrada a 10 centímetros del suelo. Cinco horas y media más tarde se sacó el último explosivo. Cada aparato tenía adentro una batería de nueve voltios y 2 000 gramos de explosivo. Tras examinarlos y tomarles fotos, los uniformados los detonaron.

Su capacidad de destrucción se evidenció en el suelo, en donde se formaban hoyos de dos metros de diámetro por 70 cm de profundidad. Cada detalle se consignó en el informe forense al que tuvo acceso este Diario. Después de asegurar el terreno se instalaron radares para detectar la presencia de restos humanos; y dos canes adiestrados la confirmaron a través de su olfato.

Se trataba de dos fosas de poca profundidad en donde yacían los cuerpos de los dos periodistas, el conductor y el de un cuarto hombre, cuya identidad sigue sin revelarse públicamente. Según un miliciano detenido y que ahora coopera con la justicia del vecino país, la cuarta víctima era primo de alias ‘Guacho’, cabecilla del grupo armado. “Lo asesinaron porque dijeron que era  colaborador del Gobierno ecuatoriano”.

El testigo describió al pariente de ‘Guacho’ como un hombre moreno, alto y de contextura gruesa. “Él mismo (el fallecido) me dijo que era el primo”. Lo tenían como un mes secuestrado, antes de que llegaran los periodistas”, relató.