“Estar en una silla de ruedas hace ver hacia abajo”, dijo en 2012, cuando era vicepresidente, durante una visita al Banco Mundial. “Eso es lo que aprendí: que hay otra vida, otra existencia, otros seres humanos que necesitan mucho de nosotros. Para mí, esta fue una experiencia nueva que le agradezco a Dios”.
Cuando asuma el cargo el mes próximo, Moreno será el único jefe de Estado que necesita una silla de ruedas para moverse. Eso lo pondrá entre los más poderosos y visibles defensores de las personas con discapacidad y posicionará a Ecuador para continuar dando el ejemplo sobre un asunto de derechos humanos que ha quedado rezagado en términos de prioridades globales.
Hay razones para poner en duda si Moreno, que ganó una cerrada segunda vuelta el 2 de abril, será un buen presidente. La manera en la que se dirigió a los periodistas durante su primera conferencia de prensa no es un buen augurio para la libertad de prensa en Ecuador. Se trata de un derecho que fue profundamente erosionado durante los diez años en el poder del presidente Rafael Correa, que en 2006 ganó sus primeras elecciones con Moreno como compañero de fórmula. Los críticos también temen que el presidente entrante pueda proteger a antiguos funcionarios gubernamentales de acusaciones por sospechas de corrupción.
Sin embargo, en términos de derechos de las personas con discapacidad, Moreno ha hablado apasionadamente y puede hacer mucho para que el mundo sea más navegable para todos.
Cuando Moreno llegó a la escena política de su país, no siempre se le tomaba en serio. Un cable diplomático de Estados Unidos en 2006 sobre las elecciones presidenciales en Ecuador tenía como título: “Correa elige a un compañero de fórmula desconocido”, y lo describía en tono burlón. Moreno, apuntaba el cable, era un “conferenciante motivacional y promotor de ‘terapia de la risa’ para las personas con discapacidad”.
El mensaje diplomático, incluido en el conjunto de información revelada por WikiLeaks, añadía que otro defensor de los discapacitados le había contado al personal de la embajada que Correa también le había ofrecido el puesto de vicepresidente porque “estaba claramente determinado a escoger a alguien de ese sector”.
No se consideraba a Moreno un vicepresidente con mucha influencia sobre Correa, un economista de izquierda que alineó a Ecuador con otros gobiernos socialistas de América Latina. Sin embargo, su sentido del humor, su tendencia a ponerse a cantar en eventos políticos y su liderazgo en iniciativas de servicios sociales para las comunidades marginadas lo volvieron popular entre los ecuatorianos. Una de sus prioridades fue realizar un censo detallado de la población con discapacidades en Ecuador.
“Cuando comenzamos con este asunto hace diez años, teníamos tres preguntas básicas”, dijo en una entrevista Xavier Torres, el presidente del Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades. “Dónde están, cómo están y qué necesitan”.
Las conclusiones fueron aterradoras, dijo Moreno a la Asamblea General de las Naciones Unidas en un discurso de 2010. “Ni de lejos nos imaginamos lo que íbamos a encontrar: seres humanos abandonados en huecos en la tierra, en jaulas, con el silencio como compañía y la muerte como única esperanza”.
Durante la década pasada, el Gobierno incrementó los fondos para hacer accesibles las instalaciones públicas y brindarles sillas de ruedas, prótesis y cuidadores a las personas. También ha promovido a Ecuador como un destino turístico hospitalario para las personas con discapacidad física. Antes de que Correa asumiera el cargo, dijo Torres, Ecuador gastaba 900.000 dólares en iniciativas de apoyo a las discapacidades; ahora les asigna cerca de 200 millones de dólares al año.
En 2008, Ecuador aprobó una nueva constitución que, a instancias de Moreno, garantiza derechos sustanciales para las personas con discapacidad en las escuelas, los lugares de trabajo y el hogar. Convirtió en delito “cualquier forma de abuso, trato inhumano o degradante y discriminación por motivos de discapacidad”. Ese año, Ecuador se convirtió en el vigésimo país en ratificar la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad de la ONU y llevó al pacto más allá del umbral requerido para entrar en vigor.
En 2013, Moreno dejó el gobierno y se convirtió en el enviado especial sobre Discapacidad y Accesibilidad del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Usó ese papel para amonestar a los diplomáticos del mundo por no hacer que los derechos para las personas con discapacidad sean una prioridad.
“Las personas con discapacidad deben ser militantes activos en la gran tarea de romper definitivamente las barreras de la exclusión y la inequidad”, dijo en un discurso de 2015 en Nueva York.
La idea de ver a Moreno en el palacio presidencial es motivo de dicha para los ecuatorianos con discapacidades, dijo Torres, quien también usa silla de ruedas.
“Esto marca un hito en la región”, afirmó. “Esos tiempos en los que se referían a nosotros con lástima se acabaron”.