En el movimiento indígena existe “una tensión histórica” con respecto al propósito para el que se creó, en 1995, al Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (PK). Para el académico Luis Maldonado Ruiz, existen dos corrientes: una que defiende al movimiento como una expresión política de las organizaciones sociales no solo indígenas; y otra que asume a PK como el brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
Aquello obedece -a su criterio- a la correlación de fuerzas que existen dentro del movimiento, pero considera que la Conaie ha sido históricamente “la fuerza moral que ha orientado a PK y no los pequeños grupos que (ahora) acompañan el proceso y que tienen su propia visión e intereses”.
Una muestra de ello fue la fallida ‘reunión por la Unidad’, convocada por la coordinadora de PK, Fanny Campos, el 27 de enero pasado en Quito. La dirigencia del movimiento es proclive a dialogar con todos los actores políticos que se oponen al Gobierno, inclusive con la derecha.
Todo un tabú en el movimiento indígena.
Los dirigentes de la Conaie y la Ecuarunari boicotearon el encuentro. Ellos solo quieren hablar con fuerzas que vayan del centro a la izquierda. Y en un tercer grupo están los indígenas que apoyan al actual Gobierno. Allí están parte de las bases de la Conaie, pero también otras organizaciones como la FEI y la Fenocin.
Para el excoordinador de Pachakutik, Miguel Lluco, la división entre Conaie y el movimiento político evidencia los intereses particulares de ciertos dirigentes y la “desesperación” por mantenerse en el poder.
Reconoció que en los 90 cometieron errores al participar en un ámbito “desconocido” como el político y dejaron de darle seguimiento a los procesos organizativos. Lluco considera que dicha fragmentación corresponde a la “carencia” de dirigentes con la comprensión política necesaria de lo que significó su lucha histórica.