Francisco bromeó con ellos el domingo, diciendo que esperaba que “un pastel tan grande no le provocara indigestión” y sopló una vela sobre el pastel decorado con los colores oficiales amarillo y blanco del Vaticano.
Dijo que los niños son buenos para enseñarles a los adultos a ser humildes, a comprender mejor la vida y a la gente.
“Los orgullosos, los arrogantes, no pueden comprender la vida porque son incapaces de rebajarse”, dijo Francisco.
Como para comprobar el punto, el pontífice se negó a sentarse en una silla tapizada y optó por sentarse en los escalones del escenario del auditorio del Vaticano.
Con ayuda de médicos, enfermeros y voluntarios, la fundación asiste a unos 400 niños, muchos de ellos de familias inmigrantes, y a sus madres.