Han pasado casi dos meses del evento natural y los técnicos, entre ellos un colombiano y un chileno, toman fotos, graban y anotan detalles que les llama la atención. Unos ingresan a edificios con severos daños estructurales, mientras otros aguardan en las calles para realizar su trabajo.
Después de un recorrido, hacen una parada en lo que fue el edificio del hotel Las Rocas, uno de los más concurridos de la zona de Tarqui, lugar que concentró los mayores daños en esta localidad luego del sismo.
El equipo revisa minuciosamente las columnas, mampostería, losas, calidad de hierro y otros elementos de la construcción del destruido hotel de seis pisos y van anotando sus conclusiones en unas libretas o en sus celulares.
Alrededor el panorama es desolador. Cables tendidos por el piso, restos de concreto, hierros retorcidos y apilados componen el paisaje. La soledad de la zona solo es interrumpida por el transitar de uno que otro volquete o tractor que cumple las labores de demolición programadas por el municipio local.
Otra parada la hacen en lo que fue el centro comercial popular Felipe Navarrete, donde murieron más de 90 personas que quedaron atrapadas tras el terremoto de 7,8 grados que sacudió a Ecuador a las 18:58 del sábado 16 de abril y que ha dejado hasta el momento 668 muertos y más de 3.300 millones de dólares en pérdidas.
El ingeniero Esteban Borja, del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) del cantón Manta, le cuenta al equipo, especialmente a los extranjeros, sobre la falla que tuvo este inmueble que se derrumbó y dejó atrapados a más de un centenar de clientes, que el día de la tragedia apuraba sus compras de útiles escolares ante la proximidad del año lectivo en la Costa ecuatoriana.
Hoy, solo queda la planta baja de aquel edificio de cuatro pisos, donde se concentraron las labores de los rescatistas nacionales y de otros países que salvaron a más de 30 personas de en medio de los escombros.
A un costado queda solo una explanada de tierra como evidencia de lo que alguna vez fueron decenas de locales comerciales de una de las zonas más movidas del barrio Tarqui, ubicado a pocos metros de la playa del mismo nombre.
En este lugar Borja accede a compartir unos criterios con esta Agencia de Noticias. Para este especialista el grave daño que se produjo en Tarqui se debe a tres factores fundamentales.
Uno de ellos tiene relación con el tipo de suelo. “Este lugar hace muchos años fue el desfogue natural del río Manta y existían esteros, entonces vamos a encontrar una geomorfología donde se encuentran distintas clases de tierra”, considera.
Otro aspecto tiene que ver con el tipo de construcción que no cumplían las mínimas normas. Para explicar este punto pone como ejemplo un inmueble aledaño construido en la década de los años 60 del siglo pasado que resistió el sismo porque respetó aspectos como la compactación del suelo y reforzamiento de bases.
Y finalmente atribuye otra fatalidad al abuso en las construcciones y para ese caso cita los casos de inmuebles que nacieron como viviendas y después se convirtieron en florecientes edificios de negocios de hasta cuatro plantas, sin observar el reforzamiento de los pilares de cada uno de los pisos.
No obstante, Borja considera que hay edificaciones que si bien a simple vista presentan daños en sus fachadas aún pueden rescatarse, pues sus estructuras no están comprometidas. Expone que en Chile tras el terremoto de 2010 se recuperaron con técnicas de ingeniería inmuebles de hasta doce pisos.
De acuerdo con datos del COE cantonal, solo en Manta hay 9.700 edificaciones que sufrieron algún tipo de daño, de las cuales 2.700 están por demolerse.
El presidente Rafael Correa indicó el jueves durante un conversatorio con periodistas en Manta que hasta ese día se habían removido un millón de metros cúbicos de escombros, el equivalente a 500 piscinas olímpicas, por parte de los organmismos estatales.
Borja dice que el terremoto dejó una lección de que hay que prepararse para mitigar en el futuro el impacto de nuevos terremotos. “Manta y otras ciudades deben prepararse, hay que hacer estudios de suelo, de vulnerabilidad sísmica, edificio por edificio, para saber cómo reforzarse”, sentencia.
Después de esta recomendación, Borja y su equipo se retira de la Zona Cero caminando entre las polvorientas y desoladas calles, sorteando escombros. Han recopilado datos que luego compartirán en sus charlas técnicas.
Así transcurren los días de los ingenieros que tienen la misión de reconstruir lo que la naturaleza destruyó el 16 de abril.