A los 51 años, Mdlalose dejó hace dos semanas a su familia y puso entre paréntesis su trabajo en la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) en la ciudad minera de Rustenberg (norte) para participar en la campaña lanzada por el gobierno para frenar la pandemia.
Esta vez, la enfermera, con blusa blanca y guantes, ha llegado a una decrépita residencia de Johannesburgo. Frente a ella, se ha formado un fila de jóvenes trabajadores, a quienes hábilmente la enfermera extrae una muestra de la garganta.
«Detectamos quienes son positivos al covid-19 y quienes presentan síntomas», describe Mdlalose.
Con más de 13.000 casos registrados y cerca de 250 muertos, Sudáfrica es el país subsahariano más afectado por el coronavirus.
Para evitar su progresión, su gobierno se ha basado en un confinamiento muy estricto de la población y un esfuerzo de detección masiva, fruto de su experiencia en la lucha contra la tuberculosis y el sida.
– «Laboratorios desbordados» –
«Nos dijimos que no podíamos limitarnos a esperar la llegada de los enfermos a los hospitales», explica el principal experto que aconseja a las autoridades, el profesor Salim Abdool Karim.
«Había que ser más dinámicos, e ir a buscar el virus», asegura.
Hoy, 28.000 miembros del personal sanitario están en la tarea. Hasta ahora, han interrogado a más de 9 millones de personas, el 15% de la población, y sometido a tests a 420.000 de ellos.
«Es la mayor movilización sanitaria de la historia del país», se congratuló el presidente Cyril Ramaphosa.
La enfermera de Médicos Sin Fronteras Bhelekazi Mdlalose enseña a unos compañeros cómo realizar una prueba de coronavirus el 13 de mayo de 2020 durante un curso impartido en el Centro Cívico de la Ciudad de Joburg, en Roodeport, Johannesburgo
Todos los días, Bhelekazi Mdlalose corre de un ‘township’ a las oficinas de una empresa, o a un centro comercial, llevando en bandolera el material necesario para efectuar pruebas de diagnóstico. Esta enfermera forma parte de la masiva campaña de test lanzada en Sudáfrica para luchar contra el coronavirus.
A los 51 años, Mdlalose dejó hace dos semanas a su familia y puso entre paréntesis su trabajo en la ONG Médicos sin Fronteras (MSF) en la ciudad minera de Rustenberg (norte) para participar en la campaña lanzada por el gobierno para frenar la pandemia.
Esta vez, la enfermera, con blusa blanca y guantes, ha llegado a una decrépita residencia de Johannesburgo. Frente a ella, se ha formado un fila de jóvenes trabajadores, a quienes hábilmente la enfermera extrae una muestra de la garganta.
«Detectamos quienes son positivos al covid-19 y quienes presentan síntomas», describe Mdlalose.
Con más de 13.000 casos registrados y cerca de 250 muertos, Sudáfrica es el país subsahariano más afectado por el coronavirus.
Para evitar su progresión, su gobierno se ha basado en un confinamiento muy estricto de la población y un esfuerzo de detección masiva, fruto de su experiencia en la lucha contra la tuberculosis y el sida.
«Es la mayor movilización sanitaria de la historia del país», se congratuló el presidente Cyril Ramaphosa.
Las estadísticas impresionan, pero en el terreno algunos dudan del interés de esta estrategia.
«Es un esfuerzo que acapara enormes recursos», dice la doctora Claire Keene, que supervisa para MSF la campaña de detección en el township de Khayelitsha, cerca de Ciudad del Cabo (sudoeste). «Pero nos acercamos al límite de nuestras capacidades, tanto en detección como en el seguimiento de los casos», agregó.
«Los laboratorios están desbordados por los tests a analizar», confirma su colega Ian Proudfoot. «Hace falta cada vez más tiempo para obtener resultados, va a ser necesario fijar prioridades», explica este médico.
El portavoz del ministerio de Salud, Popo Maja, reconoce las dificultades de los laboratorios. «De lejos es la peor pandemia jamás padecida por la humanidad», consideró.
Y, en el terreno, Mdlalose constata que el material empieza a faltar.
Nota Original: AFP – LINK