La información que pudiera facilitar la nación europea es fundamental para seguir con la investigación dentro de la trama de corrupción con Odebrecht. En ese país, los ejecutivos de la constructora brasileña instalaron el servidor de uno de sus programas informáticos usados para esconder los sobornos en el mundo.
Este sistema era llamado My web day y tenía el objetivo de realizar una doble contabilidad de los movimientos financieros de Odebrecht. Pero, al mismo tiempo, archivaba toda la información referente a las coimas. Por ejemplo, se encontraban datos sobre el país, la obra que ejecutaban, el beneficiario (siempre identificado por un código); el monto de la transferencia y la empresa offshore que remitía el dinero.
El aporte de la justicia helvética, además, es importante porque en esa nación fue detenido Fernando Migliaccio, uno de los operadores financieros más importantes de Odebrecht, cuando intentó borrar los archivos de My web day.
Luego de su arresto, decidió colaborar con la Fiscalía de Suiza y entregó datos equivalentes a dos millones de páginas de documentos, “incluyendo correos electrónicos, órdenes de pago, conferencias y los acuerdos que servían para justificar los pagos”, según lo reveló el ILD-Reporteros, especializado en periodismo de investigación y que sigue de cerca la trama de la multinacional brasileña. El domingo también está prevista una cita entre el fiscal Baca y la procuradora general de Panamá, Kenia Porcell Díaz.
La asistencia penal internacional del país centroamericano ha sido importante para que se descubra cómo se trianguló dinero de Odebrecht a través de compañías offshores que tenían su sede en ese país.
En Panamá se detectaron los movimientos de las empresas de papel como: Emalcorp, Alesbury Investments, Houston Energy Consulting, Popa Worldwide Company, Joubert Corporation, Equitransa S.A., y Ferhead Holding Inc. De acuerdo con las investigaciones, esas firmas sirvieron para supuestamente entregar dinero a los intermediarios y funcionarios públicos que ayudaron a la empresa brasileña.
Fuente: El Telégrafo