Apenas tres meses después de haber roto el diálogo con la Unión Europea en lo que concierne al conflicto palestino, Benjamín Netanyahu ha dado marcha atrás. El primer ministro israelí ordenó la suspensión de relaciones en respuesta a la imposición por los Veintiocho de un etiquetado especial de origen —que calificó de “boicot”— para productos importados a la UE desde asentamientos judíos en territorios ocupados por Israel tras la guerra de 1967.
La medida de represalia solo parecía haber contribuido a empeorar la imagen internacional del Estado judío y el aislamiento diplomático de su primer ministro. En una conversación telefónica mantenida el pasado viernes, Netanyahu escenificó la reconciliación con la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini, quien se limitó a reiterar que el etiquetado de productos de las colonias israelíes en Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán “no constituyen un boicot a Israel”, ya que solo son vistas por Bruselas y por los Estados miembros como un requisito técnico en defensa de los intereses del consumidor.
La jefa de la diplomacia europea también recordó el rechazo de la Unión a las acciones contra Israel del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Como concesión a Netanyahu, Mogherini precisó que las directrices europeas sobre los territorios ocupados por Israel se aplicarán “sin perjuicio de las cuestiones sobre el estatuto final, incluidas las fronteras, que deben resolverse en negociaciones directas entre las partes”.
La Alta Representante de la UE escribió el sábado en su blog oficial que había hablado tanto con Netanyahu como con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y que ambos respaldaban la propuesta europea de elaborar un informe para reactivar las conversaciones entre ambas partes, paralizadas desde hace casi dos años, con el objetivo de impulsar la solución de los dos Estados.